QUE PREVALEZCA LA SOLIDARIDAD, NO LA GUERRA: ÁNGELUS DEL 29/07/2018

“Juan nos muestra a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas” aseguró el Papa Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus este 29 de junio, asomado desde el balcón de la Plaza de San Pedro. Comentando el episodio de la multiplicación de los panes del Evangelio según San Juan, el Papa explicó que la liturgia de hoy induce a no quitar la mirada de aquel Jesús que el domingo pasado, en el Evangelio de Marcos, viendo “una gran multitud, tuvo compasión de ella”. Un episodio que surge “de un hecho concreto” puntualizó, pues “la gente tiene hambre y Jesús implica a sus discípulos para que su hambre sea saciada” y con el que Jesús no se limita a dar esto a la muchedumbre, sino que ofrece “su Palabra, su consuelo, su salvación y su vida”. Reproducimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

¡Son valientes con este sol en la Plaza! ¡Felicidades!

El Evangelio de hoy (cf Jn 6, 1-15) presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces. Viendo a la gran multitud que lo había seguido cerca del lago de Tiberíades, Jesús se dirige al apóstol Felipe y pregunta: «¿Dónde podremos comprar el pan para que tengan algo de comer?» (v. 5). Los pocos denarios que Jesús y los apóstoles poseían, de hecho, no bastan para quitar el hambre a aquella multitud. Es ahí que Andrés, otro de los Doce, conduce a Jesús a un muchacho que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; que es cierto – dice Andrés – son nada para aquella multitud (cf v. 9). ¡Muy bueno este muchacho! Valiente. También él veía a la multitud y veía sus cinco panes. Dice: “Yo tengo esto: si sirve, están a la disposición”. Este muchacho nos hace pensar… Ese valor… Los jóvenes son así, tienen valor. Debemos ayudarles a llevar adelante este valor. Sin embargo Jesús ordena a los discípulos hacer sentar a la gente, después toma esos panes y esos peces, da gracias al Padre y los distribuye (cf v. 11), y todos pudieron tener alimento y saciedad. Todos comieron lo que quisieron.

Con esta página evangélica, la liturgia nos induce a no alejar la mirada de aquel Jesús que el domingo pasado, en el evangelio de Marcos, viendo «una gran multitud, tuvo compasión de ellos» (6, 34). También aquel muchacho de los cinco panes entendió esta compasión, y dice: “¡Pobre gente! Yo tengo esto...”. La compasión lo llevó a ofrecer lo que tenía. Hoy de hecho Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: la gente tiene hambre y Jesús involucra a sus discípulos para que esta hambre sea saciada. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limita a darle esto – ha ofrecido su Palabra, su consolación, su salvación, en fin, su vida –, sino ciertamente ha hecho esto: se encargó del alimento para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos fingir nada. Solamente escuchando las más simples peticiones de la gente y poniéndonos junto a sus situaciones existenciales concretas se podrá ser escuchados cuando se habla de valores superiores.

El amor de Dios por la humanidad hambrienta de hambre, de libertad, de justicia, de paz y sobretodo de su gracia divina, no disminuye. Jesús continúa también hoy alimentando, haciéndose presencia viva y consoladora y lo hace a través de nosotros. Por tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y operantes, como aquel muchacho que se da cuenta que tiene cinco panes y dice: “Yo doy esto, después tú verás…”. Frente al grito de hambre – todo tipo de “hambre” – de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos quedarnos como espectadores alejados y tranquilos. El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, requiere un generoso compromiso de solidaridad por los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos. Esta acción de proximidad y de caridad es la mejor verificación de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal, como a nivel comunitario.

Después, al fin del relato, Jesús, cuando todos fueron saciados, Jesús dice a los discípulos que recojan los pedazos sobrantes, para que nada se perdiera. Y yo quisiera proponerles esta frase de Jesús: «Recojan los pedazos sobrantes, para que nada se pierda» (v. 12). Pienso en la gente que tiene hambre y en cuanto alimento sobrante tiramos… Cada uno de nosotros piense: el alimento que sobra en el almuerzo, en la cena, ¿a dónde va? A mi casa, ¿qué se hace con el alimento sobrante? ¿Se tira? No. Si tienes esta costumbre, te doy un consejo: habla con tus abuelos que vivieron la post-guerra, y pregúntales que hacían con el alimento sobrante. No tirar jamás el alimento sobrante. Se regala o se da a quien pueda comerlo, a quien tiene necesidad. Jamás tirar el alimento sobrante. Este es un consejo y también un examen de consciencia: ¿qué se hace con el alimento que sobra?

Oremos a la Virgen María, para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad y no aquellos del odio, del armamento y de la guerra.

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