LA NECESIDAD DE CONSTRUIR PUENTES, NO MUROS: MENSAJE DEL PAPA A LA III CONFERENCIA INTERNACIONAL DE ÉTICA TEOLÓGICA EN SARAJEVO (27/07/2018)

“No hay necesidad del ruido de proclamas que a menudo se quedan vacías o antagonismos entre los que juegan a ser el más fuerte”, sino de “un liderazgo que sea capaz de ayudar a encontrar y poner en práctica un modo más justo para estar en el mundo y compartir un destino común”. Son algunas de las palabras del Mensaje que envió el Papa Francisco a los 500 teólogos reunidos en Sarajevo en la III Conferencia Internacional de Ética Teológica. La Ecología y las migraciones serán los temas centrales de esta conferencia que se desarrollarán entre los días 26 y 29 de junio, y que tiene como lema: “Un momento crítico para la construcción de puentes: La ética teológica católica hoy”; lema que trata de una cuestión sobre la que el Papa tantas veces ha llamado la atención, «la necesidad de construir puentes y no muros». Reproducimos a continuación el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

¡Queridos hermanos y hermanas!

Saludo a ustedes, participantes en la Tercera Conferencia mundial de Ética Teológica. Se lleva a cabo en Sarajevo, una ciudad cargada de valor simbólico por el camino de reconciliación y de pacificación, después de los horrores de una guerra reciente que tanto sufrimiento trajo a la población de aquella región.

Sarajevo es una ciudad de puentes. También su conferencia ha querido inspirarse en este motivo dominante, advertido para reconstruir, en un clima de división y de tensión, caminos nuevos de acercamiento entre pueblos, culturas, religiones, visiones de la vida, orientaciones políticas. He apreciado este esfuerzo suyo desde el principio, en ocasión de la visita al Vaticano de los miembros de su comité de planificación en marzo pasado.

El tema de su conferencia se mueve en una perspectiva a la que a menudo yo mismo he hecho referencia: “puentes y no muros”, lo voy repitiendo en la viva esperanza de que en todas partes se ponga atención a esta necesidad que advertimos cada vez más, a pesar de que a veces es contrastada por miedos y regresiones. Se trata en cambio, sin renunciar a la prudencia, de reconocer cada signo y movilizar toda energía para eliminar en el mundo los muros de división y construir puentes de fraternidad.

Los tres puntos focales de la convención cruzan en profundidad este camino de construcción de puentes en una época crítica, como particularmente revela ser la nuestra. El desafío ecológico ha sido puesto a centro de especial atención por ustedes ya que contiene en sí, aspectos que pueden crear graves desequilibrios, no solo en el eje de la relación entre el hombre y la naturaleza, sino también sobre las relaciones entre las generaciones y entre los pueblos. Tal desafío – como emerge de la Encíclica Laudato Si’ – no es uno entre muchos, sino es el horizonte de comprensión de la ética ecológica y al mismo tiempo de la ética social. Por esto el reclamo que ustedes hacen por el tema de los migrantes y refugiados es muy serio y provoca una metanoia que contempla la reflexión ético-teológica, incluso antes de inspirar actitudes pastorales adecuadas y prácticas políticas responsables y conscientes.

En un escenario tan exigente y complejo, se necesitan personas e instituciones que asuman un liderazgo renovado. No sirve el ruido de las proclamas, que a menudo permanecen vanas; no hace falta el antagonismo entre los que juegan a ser el más fuerte. Tenemos necesidad de un liderazgo ayude a descubrir y vivir una forma más justa de estar en el mundo como partícipes, todos, de un destino común.

Si me pregunto cómo puede la ética teológica ofrecer su contribución específica en este sentido, aprecio la intuición que ustedes proponen implementar: crear una red entre personas que, en los cinco continentes, con modalidades y expresiones diversas, se dedican a la reflexión ética en clave teológica y se esfuerzan por encontrar en ella, recursos nuevos y eficaces. Con tales recursos se pueden llevar a cabo análisis apropiados, pero sobre todo movilizar energías para una praxis compasiva y atenta al drama humano para acompañarlo con cuidado misericordioso. Para tejer esta red, es urgente en primer lugar construir puentes entre ustedes, compartir recorridos, acelerar acercamientos. No se trata por cierto de uniformar los puntos de vista, sino más bien buscar con voluntad sincera la convergencia en los intentos, en la apertura dialogal y en la discusión sobre las perspectivas. Pueden valerse de una forma particular de experiencia, más urgente y compleja hoy, a la que me referí en el Prólogo de la reciente Constitución Apostólica Veritatis gaudium. Allí recordé los criterios básicos para una renovación y un relanzamiento de los estudios eclesiásticos y entre estos criterios subrayaba la importancia de un «diálogo amplio» (n. 4, b), que esté en la base para la apertura interdisciplinaria y transdisciplinaria, tan vital también para la teología y para la ética teológica. Y también indiqué «la necesidad urgente de “establecer redes” entre las diversas instituciones que, en todas partes del mundo, cultivan y promueven los estudios eclesiásticos» (n. 4, d).

Hago un llamado a ustedes, amantes de la ética teológica, y les animo a ser apasionados de este diálogo y de este construir redes. Del ejercicio de esta actitud cosecharán sus inspiraciones para análisis penetrantes, atentos a la complejidad del fenómeno humano. Y aprenderán cada vez mejor las formas de la fidelidad a la palabra de Dios que nos interpela en la historia, y la solidaridad con el mundo, sobre el que no estamos llamados a emitir juicios, sino para indicar senderos, acompañar caminos, curar heridas, sostener fragilidad.

Tienen en la espalda ya un camino de más de diez años en su red de relación Catholic Theological Ethics in the World Church. Sus conferencias mundiales de Padua (2006) y de Trento (2010), como también sus conferencias regionales en los diferentes continentes y sus distintas iniciativas llevadas a cabo hasta ahora con publicaciones y actividades de enseñanza, les han entrenado en un estilo de compartir que deseo los lleve adelante con frutos para toda la Iglesia. Agradezco con ustedes a los responsables que dejan el encargo y a aquellos que lo asumen, hago oración por ellos y a todos les envío cordialmente mi bendición, pidiendo por favor a ustedes que oren por mí.

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