LLEVAMOS FLORES COMO SIGNO DE ESPERANZA: HOMILÍA DEL PAPA EN EL CEMENTERIO DE PRIMA PORTA (02/11/2016)

El Papa Francisco visitó este miércoles 2 de noviembre por la tarde el cementerio de Prima Porta o Cementerio Flaminio, situado en las afueras de la ciudad de Roma. Es el más grande de Europa, con 140 hectáreas de parque y 36 kilómetros de calles internas. Poco antes, un mensaje en su cuenta de Twitter el Papa escribió: "Nos detenemos con fe ante ante las tumbas de nuestros seres queridos, rezando también por los difuntos que nadie recuerda". De hecho cuando en el cementerio caminaba hacia el altar para celebrar la Eucaristía, el Santo Padre puso un ramo de rosas color amarillo delante de una tumba sin flores ni iluminación que encontró en su camino, como símbolo de todas las sepulturas. Reproducimos a continuación, el texto completo de su breve homilía, traducido del italiano:

Job estaba en la oscuridad. Estaba justamente a la puerta de la muerte. Y en aquel momento de angustia, de dolor y de sufrimiento, Job proclama la esperanza. "Yo se que mi redentor está vivo y que, al final, se levantará del polvo... Yo lo veré, yo mismo, y mis ojos lo contemplarán y no a otro" (Jb 19, 25.27). La conmemoración de los fieles difuntos tiene este doble sentido. Un sentido de tristeza. Un cementerio es triste, nos recuerda a nuestros seres queridos que se nos han adelantado. Nos recuerda también el futuro, la muerte. Pero en esta tristeza, nosotros llevamos flores, como un signo de esperanza, también, puedo decir, de fiesta, pero más adelante, no ahora. Y la tristeza se mezcla con al esperanza. Y esto es lo que todos nosotros sentimos hoy, en esta celebración: la memoria de nuestros seres queridos, frente a sus restos, y la esperanza.

Pero sentimos también que esta esperanza nos ayuda, porque también nosotros debemos hacer este camino. Todos nosotros haremos este camino. Antes o después, pero todos. Con dolor, más o menos dolor, pero todos. Pero con las flores de la esperanza, con ese hilo fuerte que está anclado más allá. Entonces, esta ancla no defrauda: la esperanza de la resurrección.

Y quien ha hecho primero este camino es Jesús. Nosotros recorremos el camino que Él ha caminado. Y quien nos ha abierto la puerta es Él mismo, es Jesús. Con su cruz nos ha abierto la puerta de la esperanza, nos ha abierto la puerta para entrar a dónde contemplaremos a Dios. "Yo se que mi redentor está vivo y que, al final, se levantará del polvo... Yo lo veré, yo mismo, y mis ojos lo contemplarán y no a otro".

Regresemos a casa, hoy, con esta doble memoria. La memoria del pasado, de nuestros seres queridos que se nos han adelantado y la memoria del futuro, del camino que nosotros haremos. Con la certeza, la seguridad, esa certeza salida de los labios de Jesús: "Yo lo resucitaré en el día final" (Jn 6, 40).

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