EL TIEMPO DEDICADO A DIOS LIBERA, ALIVIA, NOS SALVA DEL MAL Y LA SOLEDAD: ÁNGELUS DEL 15/10/2023

En su alocución antes del Ángelus de este 15 de octubre, el Papa Francisco invitó a encontrar tiempo para dedicar a Dios, para estar en comunión con Él y entre nosotros. No es “una pérdida de tiempo”, señaló el Papa, porque aumenta en nosotros la paz y la alegría, nos salva del sin sentido de la vida; un tiempo para estar con el Señor en la oración, en la escucha de la Palabra, en la caridad. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio hoy nos habla de un rey que prepara un banquete de bodas para su hijo (cf. Mt 22, 1-14). Es un hombre poderoso, pero sobre todo es un padre generoso, que invita a compartir su alegría. En particular, revela la bondad de su corazón en el hecho de que no obliga a nadie, sino que invita a todos, aunque esta manera suya de actuar lo exponga a la posibilidad de un rechazo. Fijémonos: prepara un banquete, ofreciendo gratuitamente una ocasión de encuentro, de fiesta. Esto es lo que Dios prepara para nosotros: un banquete, para estar en comunión con Él y entre nosotros. Y nosotros, todos nosotros, somos por tanto los invitados de Dios. Pero un banquete nupcial requiere de nuestra parte tiempo e involucrarse, requiere un “sí”: acudir, acudir a la invitación del Señor, Él invita, pero nos deja libres.

Este es el tipo de relación que el Padre nos ofrece: nos llama a estar con Él, dejándonos la posibilidad de aceptar o de no aceptar No nos propone una relación de sometimiento, sino de paternidad y filiación, que está necesariamente condicionada por nuestro libre asentimiento. Dios es muy respetuoso de la libertad, muy respetuoso. San Agustín utiliza una expresión muy bella al respecto, diciendo: «Dios, que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti» (Sermo CLXIX, 13). Y ciertamente no porque no tenga capacidad – ¡es omnipotente! – sino porque, siendo amor, respeta al máximo nuestra libertad. Dios se propone, no se impone, nunca.

Así, volvamos a la parábola: el rey – dice el texto – «envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir» (v. 3). He aquí el drama de la historia: el “no” a Dios. Pero ¿por qué los hombres rechazan su invitación? ¿Era quizá una invitación desagradable? No, sin embargo – dice el Evangelio – «no les importó, y se fueron unos a su campo y otros a sus negocios» (v. 5). No les importa, porque piensan en sus propios asuntos. Y aquel rey, que es padre, Dios, ¿qué hace? No se da por vencido, sigue invitando, es más, amplía la invitación, hasta que encuentra quien la acepta, entre los pobres. Entre ellos, que saben que no tienen mucho, vienen muchos, hasta llenar la sala (cf. vv. 8-10).

Hermanos y hermanas, ¡cuántas veces no atendemos a la invitación de Dios porque estamos ocupados pensando en nuestras cosas! A menudo se lucha por tener nuestro tiempo libre, pero hoy Jesús nos invita a encontrar el tiempo que libera: ese para dedicarlo a Dios, que nos hace ligero y sana el corazón, que aumenta en nosotros la paz, la confianza y la alegría, que nos salva del mal, de la soledad y de la pérdida de sentido. Vale la pena, porque es bueno estar con el Señor, hacerle un espacio. ¿Dónde? En la Misa, en la escucha de la Palabra, en la oración y también en la caridad, porque ayudando a quien es débil o pobre, haciendo compañía a quien está solo, escuchando a quien pide atención, consolando a quien sufre, se está con el Señor, que está presente en quien se encuentra en la necesidad. Muchos, sin embargo, piensan que estas cosas son “pérdida de tiempo”, y así se encierran en su mundo privado; y es triste. Y esto genera tristeza. ¡Cuántos corazones tristes! Por esto, por estar cerrados.

Preguntémonos, entonces: ¿cómo respondo yo a las invitaciones de Dios? ¿Qué espacio le doy en mis jornadas? ¿La calidad de mi vida depende de mis negocios y de mi tiempo libre, o del amor al Señor y a los hermanos, especialmente a los más necesitados?

Que María, que con un “sí” hizo espacio a Dios, nos ayude a no ser sordos a sus invitaciones.

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