TRABAJO Y UN SUEÑO COMÚN PARA RECOMENZAR: PALABRAS DEL PAPA A JÓVENES DEL PROYECTO POLICORO DE ITALIA (05/06/2021)

El Papa Francisco se reunió este 5 de junio en la Sala Clementina del Vaticano, con un centenar de jóvenes de las empresas y cooperativas del Proyecto Policoro de la Conferencia Episcopal Italiana, que celebra su 25º aniversario, acompañado por 20 adultos del equipo nacional y el Cardenal Bassetti. El Papa indicó el camino para ser siempre un “signo de esperanza” contra el desempleo de las nuevas generaciones en Italia, un país cada vez más “viejo” con una edad promedio de 47 años. Compartimos a continuación, el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Les doy la bienvenida. Me alegra compartir con ustedes el 25º. Aniversario del Proyecto Policoro de la Iglesia italiana. Agradezco a los dos “portavoces” que lo presentaron y extiendo mi saludo a todos los jóvenes y colaboradores involucrados en estos años. Agradezco al Card. Presidente y al Secretario General, como también a los que los acompañan en su camino formativo. ¡Y gracias por el bello regalo anunciado de la estatua de San José! ¡Gracias!

El Proyecto Policoro ha sido y es un signo de esperanza, sobre todo para muchos territorios del sur de Italia carentes de trabajo o que explotan a los trabajadores. Hoy están llamados a serlo de un modo nuevo – ser esperanza es un modo nuevo –, porque este importante aniversario ocurre en un período de fuerte crisis socioeconómica debido a la pandemia. Quiero sugerir cuatro verbos que puedan servir para su camino y para que sea concreto.

El primero es animar, o sea dar ánimo. Nunca como en este tiempo sentimos la necesidad de jóvenes que sepan, a la luz del Evangelio, dar un alma a la economía, para que seamos conscientes de que «a los problemas sociales se responde con redes comunitarias» (Carta enc. Laudato si’, 219). Es el sueño que esta cultivando también la iniciativa “Economía de Francisco” – ¡de San Francisco! Ustedes se llaman “animadores de comunidad”. En efecto, las comunidades son animadas desde dentro a través de un estilo de dedicación: ser constructores de relaciones, tejedores de una humanidad solidaria, en el momento en que la economía se “vaporiza” en las finanzas, y esta es una nueva forma más sofisticada de la cadena de San Antonio que todos conocemos. Se trata de ayudad a las parroquias y las diócesis a caminar y proyectar sobre «el gran tema [que] es el trabajo», buscando «hacer germinar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas» (Carta enc. Fratelli tutti, 162). Es un problema de dignidad. La dignidad de la persona no viene del dinero, no viene de las cosas que se saben, viene del trabajo. El trabajo es una unción de dignidad. Quien no trabaja no es digno. Así, sencillo.

Ocuparse del trabajo es promover la dignidad de la persona. De hecho, el trabajo no nace de la nada, sino del ingenio y la creatividad del hombre: es una imitación de Dios creador. Ustedes no son de los que se limitan a quejarse por el trabajo que falta, sino que quieren ser propositivos, protagonistas, para favorecer el crecimiento de figuras empresariales al servicio del bien común. El objetivo a perseguir es el «del acceso al trabajo o a su mantenimiento, para todos» (Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 32). A ustedes, jóvenes, no les falta la creatividad – no tengan miedo, no tengan miedo –: los animo a trabajar por un modelo de economía alternativo al consumista, que produce descartados. El compartir, la fraternidad, la gratuidad y la sustentabilidad son los pilares en los cuales fundar una economía distinta. Es un sueño que requiere audacia, de hecho, son los audaces quienes pueden el mundo y hacerlo mejor. No es voluntarismo: es fe, porque la verdadera novedad proviene siempre de las manos de Dios. Esto es animar, el primer verbo.

El segundo verbo es habitar. Les pedimos que nos muestren que es posible habitar en el mundo sin pisotearlo – es importante esto –: ¡sería una hermosa conquista para todos! Habitar en la tierra no quiere decir ante todo poseerla, no, sino saber vivir en plenitud las relaciones: relaciones con Dios, relaciones con los hermanos, relaciones con la creación y con nosotros mismos (Carta enc. Laudato si’, 210). Los exhorto a amar los territorios en que Dios los ha puesto, evitando la tentación de huir a otra parte. Es más, precisamente las periferias pueden convertirse en laboratorios de fraternidad. Da las periferias a menudo nacen experimentos de inclusión: «de todos, de hecho, se puede aprender algo, nadie es inútil, nadie es superfluo» (Carta enc. Fratelli tutti, 215). Pueden ayudar a la comunidad cristiana a habitar la crisis de la pandemia con valentía y con esperanza. Dios no nos abandona nunca y podemos convertirnos en signo de su misericordia si sabemos inclinarnos sobre las pobrezas de nuestro tiempo: sobre jóvenes que no encuentran trabajo, los llamados “ninis”, sobre los que sufren depresión, so los desmotivados, sobre los cansados en la vida, sobre los que han dejado de soñar unmundo nuevo. Y hay jóvenes que han dejado de soñar. Es triste, porque la vocación de un joven es soñar. El Siervo de Dios Giorgio la Pira sostenía que la desocupación es «un desperdicio de fuerzas productivas». [1]

Y después, en este momento en Italia, quiero detenerme en una cosa grave: la desocupación que hace que muchos jóvenes busquen una alienación. Ustedes saben muchas cosas… Un número consistente busca el suicidio. Después, alienarse, salirse de la vida, en un momento en que no estamos en el verano de la vida demográfica italiana; ¡estamos en el invierno! Nos faltan los jóvenes y por esto los jóvenes no pueden darse el lujo de no entrar en este trabajo. ¡La media de la edad en Italia es 47 años! Son viejos. No tiene futuro. “Pero, ¿cómo puedo tener hijos si no tengo trabajo?”, “Yo, mujer, ¿cómo puedo tener hijos, si apenas el jefe de la oficina ve la panza mi corre, al punto que la panza se ha convertido en una vergüenza?”. ¡Es todo de otro modo! Deben reaccionar contra esto. Que los jóvenes comiencen a soñar, a ser padres, a tener hijos. Y por esto, que tengan trabajo. El trabajo es un poco una garantía de este futuro.

Además, es el momento de habitar lo social, el trabajo y la política sin miedo de ensuciarse las manos. Ustedes pueden dar una mano a abrir las puertas y las ventanas de las parroquias, para que los problemas de la gente entren cada vez más en el corazón de las comunidades.

Y no tengan miedo de habitar también los conflictos. Los encontramos en el mundo, pero también a nivel eclesial y social. Se necesita la paciencia de transformarlos en capacidad de escucha, de reconocimiento del otro, de crecimiento recíproco. Las tensiones y los conflictos son parte de la vida, pero sabemos que su «resolución en un plano superior» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228) es el signo de que hemos apuntado más arriba, más arriba de nuestros intereses particulares, para salir de las arenas movedizas de la enemistad social.

El tercer verbo es apasionarse. Y esto está un poco de moda por todos lados: la enemistad social y no la amistad social a la que estamos todos llamados. El tercer verbo, quizá, es el más juvenil de los cuatro: apasionarse. Hay un estilo que hace la diferencia: la pasión por Jesucristo y por su Evangelio. Y esto se ve en el “extra” que ponen para acompañar a otros jóvenes a tomar en sus manos su vida, en apasionarse por su futuro, en formarse en competencias adecuadas para el trabajo. Que el Proyecto Policoro esté siempre al servicio de rostros concretos, de la vida de las personas, sobre todo de los pobres y de los últimos de nuestra sociedad. Como escribía en la Exhortación Apostólica Christus vivit, «quiero recordar cuál es la gran pregunta: Muchas veces, en la vida, perdemos tiempo en preguntarnos: “Pero ¿quién soy yo?”. Tú puedes preguntarte quién eres y pasar toda la vida buscando quién eres. Pero pregúntate: “¿Para quién soy yo?”. Tú eres para Dios, sin duda. Pero Él ha querido que tú seas también para los demás, y ha puesto en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para los demás» (n. 286). En este sentido, puedes preguntarte: ¿por qué me apasiono? Ante todo: ¿soy apasionado? Y después: ¿por qué me apasiono? ¿Qué cosa atrapa mi corazón? Esta vida ¿la tomo con mirada a largo plazo? Y no prisionera de las pequeñas cosas, de las cositas. ¿Por qué me gasto? No somos creados para hacer carrera, sino para crecer en comunión con el Creador y con las creaturas. Para hacer crecer.

Y aquí se reitera que nos apasionamos cuando se tiene cuidado de la propia interioridad, si no se descuida la espiritualidad, si se estudia, si se conoce en profundidad la doctrina social de la Iglesia y si nos esforzamos en traducirla en lo concreto de las situaciones. No tengan miedo de prestarse incluso gratuitamente para levantar la vida de quien es descartado. Vayan a las periferias a buscar a los descartados. Lo contrario de la pasión, ¿qué es? ¿La ascidia? La mediocridad o la superficialidad, que induce a pensar que ya se sabe todo de antemano y a no buscar soluciones a problemas poniéndose en juego en primera persona. Como nos recuerda Don Milani: «¡No veremos surgir santos hasta que no hayamos construido jóvenes que vibren de dolor y de fe ante tantas injusticias sociales!». [2] Y les hago la pregunta: ¿ustedes vibran de dolor y de fe ante tantas injusticias sociales, ante la explotación, la falta de trabajo, el descarte de los ancianos? Apasionarse es vibrar por esto.

El cuarto y último verbo es acompañar. El Proyecto Policoro es una red de relaciones humanas y eclesiales: muchas personas se comprometen en acompañarlos, sus diócesis los miran con esperanza, y cada uno de ustedes es capaz de hacerse compañero de camino hacia todos los jóvenes que encuentra en su camino. Su presencia en los territorios se convierte así en signo de una Iglesia que sabe tomar de la mano. Y este es el estilo de Cristo ante los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), que se mostraban resignados, desconfiados, cerrados, por lo que había pasado en Jerusalén. Jesús los deja expresar su decepción, pero los ayuda también a releer todo a partir de la Pascua. Así meditaba el Obispo Tonino Bello: «Es necesario ponerse en viaje de Jerusalén a Jericó. Es el eje en que la fe intersecta con la historia, y la esperanza cruza la desesperación, y la caridad se encuentra con los frutos de la violencia» [3]. La fe nos dice que la crisis puede ser un pasaje de crecimiento. Ustedes saben que de una crisis nunca saldremos iguales. Se sale o mejores o peores, nunca iguales. El Espíritu de Cristo resucitado anima la esperanza para salir de ella, que se convierte en ayuda a las personas para que se levanten de nuevo, vuelvan a ponerse en camino, vuelvan a soñar y se comprometan en la vida, en la familia, en la Iglesia y en la sociedad. Y aún más, recuerden que de una crisis no se puede salir solos. O salimos juntos o no se puede salir. Nos quedaremos en el laberinto de la crisis.

Queridos jóvenes, en la escuela del magisterio social de la Iglesia, ustedes ya son signos de esperanza. Que su presencia en las diócesis pueda ayudar a todos a comprender que la evangelización pasa también a través del cuidado del trabajo. Que los 25 años del Proyecto Policoro sean un reinicio. Los animo a «soñar juntos» (Cartaenc. Fratelli tutti, 8) para el bien de la Iglesia que está en Italia. Y los animo a hacer lío. Los jóvenes deben hacer lío. Los acompaño con mi oración. Invoco sobre sus familias y comunidades la bendición del Señor. Y les pido, por favor, no olvidarse de orar por mí. ¡Gracias!


[1] La esperanza de la pobre gente, LEF, Florencia 1978, 20.

[2] Experiencias pastorales, LEF, Florencia 1957, 241.

[3] Caridad con entrañas de misericordia, EMP, Padua 2009, 32.

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