RECORDEMOS NUESTRO BAUTISMO: ÁNGELUS DEL 13/01/2019

A las 12 del mediodía de este 13 de enero, día en el que la Iglesia Católica celebra la Fiesta del Bautismo del Señor, con la Plaza de San Pedro en el Vaticano repleta de fieles, el Papa Francisco recitó la oración mariana del Ángelus asegurando que esta fiesta es “una ocasión propicia para renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro Bautismo, comprometiéndonos a vivir diariamente en armonía con él”. Hoy, día en el que finaliza el tiempo litúrgico de Navidad, “la liturgia nos llama a conocer más plenamente a Jesús, de quien recién hemos celebrado el nacimiento” expresó el Papa ante los fieles y aseguró que por esta razón el Evangelio de Lucas de hoy “ilustra dos elementos importantes: la relación de Jesús con la gente y la relación de Jesús con el Padre”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas,¡ buenos días!

Hoy, al término del tiempo litúrgico de Navidad, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. La liturgia nos llama a conocer más plenamente a Jesús de quien, hace poco, celebramos el nacimiento; y por esto, el Evangelio (cf. Lc 3, 15-16.21-22) ilustra dos elementos importantes: la relación de Jesús con la gente y la relación de Jesús con el Padre.

En la narración del bautismo, conferido por Juan el Bautista a Jesús en las aguas del Jordán, vemos ante todo el papel del pueblo. Jesús esta en medio del pueblo. Eso no es solamente un fondo de la escena, sino que es un componente esencial del evento. Antes de sumergirse en el agua, Jesús “se sumerge” en la multitud, se une a ella asumiendo plenamente la condición humana, compartiendo todo, excepto el pecado. En su santidad divina, llena de gracia y misericordia, el Hijo de Dios se hizo carne justamente para tomar sobre sí mismo y quitar el pecado del mundo: tomar nuestras miserias, nuestra condición humana. Por tanto la de hoy también es una epifanía, porque al ir a hacerse bautizar por Juan, en medio de la gente penitente de su pueblo, Jesús manifiesta la lógica y el sentido de su misión.

Al unirse al pueblo que pide a Juan el Bautismo de conversión, Jesús también comparte el deseo profundo de renovación interior. Y el Espíritu Santo que desciende sobre Él «en forma corporal, como una paloma» (v.22) es el signo de que con Jesús inicia un mundo nuevo, una “nueva creación” del que forman parte todos aquellos que acogen a Jesús en su vida. También a cada uno de nosotros, que hemos renacido con Cristo en el Bautismo, se dirigen las palabras del Padre: «Tú eres mi Hijo, el amado: en ti he puesto mi complacencia» (v. 22). Este amor del Padre, que recibimos todos el día de nuestro Bautismo, es una llama que ha sido encendida en nuestro corazón, y requiere que sea alimentada mediante la oración y la caridad.

El segundo elemento subrayado por el evangelista Lucas es que, después de la inmersión en el pueblo y en las aguas del Jordán, Jesús se “sumerge” en la oración, es decir, en la comunión con el Padre. El bautismo es el inicio de la vida pública de Jesús, de su misión en el mundo como enviado del Padre para manifestar su bondad y su amor por los hombres. Tal misión se realiza en una constante y perfecta unión con el Padre y con el Espíritu Santo. También la misión de la Iglesia y la de cada uno de nosotros, para ser fiel y fructífera, está llamada a “insertarse” en la de Jesús. Se trata de regenerar continuamente en la oración la evangelización y el apostolado, para dar un claro testimonio cristiano no según los proyectos humanos, sino según el plan y el estilo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta del Bautismo del Señor es una ocasión propicia para renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro Bautismo, comprometiéndonos a vivir cotidianamente en coherencia con ello. Es muy importante también, como les he dicho varias veces, conocer la fecha de nuestro Bautismo. Yo podría preguntar: “¿Quién de ustedes conoce la fecha de su Bautismo?” No todos, de seguro. Si alguno de ustedes no la conoce, regresando a casa, pregúntela a sus padres, a los abuelos, a los tíos, los padrinos, a los amigos de la familia… Pregunta: “¿En que fecha fui bautizado, en que fecha fui bautizada?” Y después no la olviden: que sea una fecha custodiada en el corazón para festejarla cada año.

Que Jesús, que nos ha salvado no por nuestros méritos sino para llevar a cabo la bondad inmensa del Padre, nos haga misericordiosos hacia todos. Que la Virgen María, Madre de Misericordia, sea nuestra guía y nuestro modelo.

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