LOS ENFERMOS, TESORO DE LA IGLESIA: PALABRAS DEL PAPA A LOS ENFERMOS EN FÁTIMA (13/05/2017)

En su paternal saludo a los «queridos hermanos y hermanas enfermos» - al concluir la Misa y Canonización de Francisco y Jacinta Marto este 13 de mayo- antes de la bendición final, el Papa Francisco reiteró que «Jesús sabe lo que significa el sufrimiento, nos consuela y nos fortalece». «Éste es el misterio de la Iglesia», que le «pide al Señor que consuele a los afligidos y Él los consuela, incluso de manera oculta», en la intimidad del corazón. Subrayando que el cristiano adora y busca a Jesús, el Papa Francisco señaló que hoy la Virgen María nos repite a todos nosotros lo que les preguntó hace cien años a los pastorcitos: ¿quieren ofrecerse a Dios? Y si le respondemos «¡sí queremos!», nos ofrece la oportunidad de entender e imitar su vida, en «una actitud de ofrecimiento al Señor». Alentando a los enfermos a sentirse «partícipes de pleno derecho de la vida y la misión de la Iglesia», el Papa los animó asimismo a no tener vergüenza de ser «un tesoro valioso de la Iglesia». Reproducimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido al español:

Queridos hermanos y hermanas enfermos:

Como dije en la homilía, el Señor nos precede siempre: cuando atravesamos por alguna cruz, él ya ha pasado antes. En su Pasión, cargó con nuestros sufrimientos. Jesús sabe lo que significa el sufrimiento, nos comprende, nos consuela y nos da fuerza, como hizo con san Francisco Marto y santa Jacinta, y con los santos de todas las épocas y lugares. Pienso en el apóstol Pedro, en cómo la Iglesia entera rezaba por él mientras estaba encadenado en la prisión de Jerusalén. Y el Señor lo consoló. Este es el misterio de la Iglesia: la Iglesia pide al Señor que consuele a los afligidos y él los consuela, incluso de manera oculta; los consuela en la intimidad del corazón y los consuela dándoles fortaleza.

Queridos peregrinos, ante nuestros ojos tenemos a Jesús invisible pero presente en la Eucaristía, así como tenemos a Jesús oculto pero presente en las llagas de nuestros hermanos y hermanas enfermos y atribulados. En el altar, adoramos la carne de Jesús; en ellos, descubrimos las llagas de Jesús. El cristiano adora a Jesús, el cristiano busca a Jesús, el cristiano sabe reconocer las llagas de Jesús. Hoy, la Virgen María nos repite a todos nosotros la pregunta que hizo, hace cien años, a los pastorcillos: «¿Quieren ofrecerse a Dios?» La respuesta: «¡Sí, queremos!», nos ofrece la oportunidad de entender e imitar su vida. Ellos la vivieron con todo lo que conlleva de alegría y sufrimiento, en una actitud de ofrecimiento al Señor.

Queridos enfermos, vivan su vida como una gracia y díganle a Nuestra Señora, como los pastorcillos, que quieren ofrecerse a Dios con todo el corazón. No se consideren solamente como unos destinatarios de la solidaridad caritativa, sino siéntanse partícipes a pleno título de la vida y misión de la Iglesia. Su presencia silenciosa, pero más elocuente que muchas palabras, su oración, el ofrecimiento diario de sus sufrimientos, en unión con los de Jesús crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y hasta alegre de su condición son un recurso espiritual, un patrimonio para toda comunidad cristiana. No tengan vergüenza de ser un tesoro valioso de la Iglesia.

Jesús va a pasar cerca de ustedes en el Santísimo Sacramento para manifestarles su cercanía y su amor. Confíenle su dolor, sus sufrimientos, su cansancio. Cuenten con la oración de la Iglesia que, por ustedes y con ustedes, se eleva al cielo desde todas partes. Dios es Padre y nunca los olvida.

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