DAR TESTIMONIO DE LA FELICIDAD DE NUESTRA OPCIÓN DE VIDA: PALABRAS DEL PAPA EN EL ENCUENTRO CON OBISPOS Y RELIGIOSOS EN GÉNOVA (27/05/2017)

En su intensa visita pastoral a Génova este 27 de mayo, el segundo encuentro, del Papa Francisco fue en la Catedral de San Lorenzo y lo dedicó a los obispos de la región italiana de Liguria, al clero, a los seminaristas y religiosos de la región, a los colaboradores laicos de la curia y a los representantes de otras confesiones. Antes de comenzar, el Santo Padre invitó a la oración por las víctimas – 29 muertos, entre ellos algunos niños y 13 heridos - del atentado en Egipto, en el que diez hombres enmascarados acribillaron un autobús, en el que viajaban cristianos coptos, y que se dirigía al monasterio de San Samuel, en la provincia de Minia, en el sur del país. Así como en el primer encuentro, dedicado al mundo del trabajo, el Obispo de Roma respondió a luego cuatro preguntas. Reproducimos a continuación, traducido del italiano, el extenso texto que el Papa pronunció, respondiendo a las preguntas que le formularon:

Papa Francisco:

Hermanos y hermanas, los invito a rezar juntos por nuestros hermanos coptos egipcios que fueron asesinados porque no quisieron renegar su fe. Junto a ellos, a sus obispos, a mi hermano Tawadros, los invito a orar en silencio y luego un Ave María.

[Silencio - "Ave María"]

Y no hay olvidemos que hoy en día los mártires cristianos son más que en la antigüedad, en los primeros tiempos de la Iglesia. Son más.

Don Andrea Carcasole:

Santo Padre, mi nombre es Don Andrea Carcasole, soy vicepárroco de San Bartolmé de la Certosa aquí en Génova, que es una parroquia de 12 mil habitantes. Le preguntamos hoy los criterios para vivir una vida espiritual intensa en nuestro ministerio que, en la complejidad de la vida moderna y de las tareas administrativas, tiende a hacernos vivir dispersos y rotos.

Papa Francisco:

Gracias Don Andrea para la pregunta. Diré que cuanto más imitamos el estilo de Jesús, más haremos bien nuestro trabajo de pastores. Este es el criterio fundamental: el estilo de Jesús ¿Cómo era el estilo de Jesús como pastor? Siempre Jesús estaba en camino. Los Evangelios, con los matices propios de cada uno, pero siempre nos hacen ver a Jesús en camino, en medio de la gente, la "multitud", dice el Evangelio. Distingue bien el Evangelio a los discípulos, la multitud, los doctores de la ley, los saduceos, los fariseos... Distingue el Evangelio: es interesante. Y Jesús estaba en medio de la multitud. Si imaginamos cómo era el horario de un día de Jesús, leyendo los Evangelios podemos decir que la mayor parte del tiempo lo pasaba en el camino. Esto significa cercanía a la gente, cercanía a los problemas. No se escondía. Luego, por la tarde, muchas veces se ocultaba para orar, para estar con el Padre. Y esas dos cosas, esta manera de ver a Jesús en la calle y en la oración, ayuda mucho a nuestra vida cotidiana, que no está en la calle, tiene prisa. Son cosas diferentes. De Jesús se dice que tal vez estaba un poco de prisa cuando iba hacia la Pasión: "decididamente" fue a Jerusalén. Pero este hábito, esta manera "loca" de vivir siempre mirando el reloj - "tengo que hacer esto, esto, esto ..." - este no es un modo pastoral, Jesús hacía esto. Jesús nunca se detuvo. Y, al igual que todos los que caminan, Jesús fue expuesto a la dispersión, a ser "roto". Es por esto que me gusta la pregunta, porque se ve que nace de un hombre que camina y no está estático. No debemos tener miedo del movimiento y de la dispersión de nuestro tiempo. Pero el mayor temor en el que hay que pensar, que podemos imaginar, es una vida estática: una vida de un sacerdote que tiene todo bien resuelto, todo ordenado, estructurado, todo está en su lugar, los horarios - a qué hora se abre la secretaría, la iglesia se cierra a tal hora... -. Yo tengo miedo del cura estático. Tengo miedo. Incluso cuando está estático en la oración: Yo oro de tal hora a tal hora. Pero ¿no te dan ganas de pasar una hora con el Señor para mirarlo y dejarte mirar por Él? Esta es la pregunta que yo haría la cura estático, que tiene todo perfecto, organizado ... Yo diría que una vida así, tan estructurada, no es una vida cristiana. Tal vez aquel párroco es un buen empresario, pero me pregunto: ¿es cristiano? O, al menos, ¿vive como cristiano? Sí, celebra la misa, pero el estilo ¿es un estilo cristiano? O tal vez es un creyente, un buen hombre, que vive en gracia de Dios, pero con un estilo empresarial. Jesús siempre fue un hombre de la calle, un hombre de camino, un hombre abierto a las sorpresas de Dios. En cambio, el sacerdote que lo tiene todo planeado, todo estructurado, generalmente está cerrado a las sorpresas de Dios y se pierde la alegría de la sorpresa del encuentro. El Señor te toma cuando no te lo esperas, pero estás abierto. Un primer criterio es no tener miedo de esta tensión que nos toca vivir: estamos en la calle, el mundo es así. Es un signo de vida, de vitalidad: un papá, una mamá, un educador está siempre expuesto a esto y vive la tensión. Un corazón que ama, que se da, siempre vivirá así: expuesto a esta tensión. Y algunos pueden incluso tener la fantasía de decir: "Ah, voy a ser un cura de clausura, hermana de clausura, y así no tendré esta tensión". Pero incluso los padres del desierto fueron al desierto para luchar más. Esa lucha, esa tensión.

Y yo creo que hay que pensar en esto en algunos aspectos. Si miramos a Jesús, los Evangelios nos hacen ver dos momentos, que son fuertes, que son el fundamento. Lo dije al principio y lo retomo ahora: el encuentro con el Padre y el encuentro con las personas. La mayoría de las personas con las que se encontraba Jesús era gente que tenían necesidad, gente necesitada - enfermos, endemoniados, pecadores - incluso gente marginada, leprosos. Y el encuentro con el Padre. En el encuentro con el Padre y con los hermanos, ahí se da esta tensión: todo se tiene que vivir en esta clave del encuentro. Tú, sacerdote, te encuentras con Dios, con el Padre, con Jesús en la Eucaristía, con los fieles: te encuentras. No hay una pared que impida el encuentro; no hay una formalidad demasiado rígida que impida el encuentro. Por ejemplo, la oración: puedes estar una hora delante del tabernáculo, pero sin encontrar al Señor, orando como un papagayo. ¡Se pierde el tiempo, así! La Oración: si tú oras, ora y encuentra al Señor, permanece en silencio, déjate mirar por el Señor; di una palabra al Señor, pide algo. Quédate en silencio, escucha lo que dice, lo que te hace sentir ... Encuentro. Y lo mismo con la gente. Nosotros los sacerdotes sabemos cuánto sufre la gente cuando viene a pedir un consejo o una cosa cualquiera. "¿Qué hay? ... Sí, sí, pero ahora no tengo tiempo, no ...". De prisa, no en camino, de prisa, esta es la diferencia. Lo que está inmóvil y lo que va de prisa nunca se encuentran. Conocí a un buen sacerdote que tenía una genialidad grande: fue profesor de literatura de alto, muy alto nivel, porque él era un poeta y conocía bien las letras. Y cuando se jubiló - es un religioso - ha pedido a su provincial que le enviara a una parroquia de barrio pobre, con los pobres, pobres. Para obtener este servicio, un hombre de esa cultura, que realmente fue allí con el deseo de encontrar - era un hombre de oración - de continuar y encontrar a Jesús y encontrar a un pueblo que no conocía: el pueblo de los pobres; y se fue con tanta generosidad. Este hombre pertenecía a la comunidad donde yo estaba, la comunidad religiosa. Y el Provincial le había dicho "un día a la semana vas a la comunidad". Y venía a menudo, hablaba con todos nosotros, se confesaba, aprovechaba y volvía. Un día me dice: "Pero estos teólogos... les falta algo". Le digo: "¿Qué les falta?" "Por ejemplo, el profesor de eclesiología, debe hacer dos nuevas tesis". "Ah sí, ¿cuáles?" Y él decía así: "El pueblo de Dios, la gente de la parroquia, es ontológicamente irritante, esto es, te cansa, y metafísicamente, esencialmente olímpica". ¿Qué quieres decir con "olímpico"? Que hace lo que quiere; se le puede dar un consejo, pero luego ya veremos... Y cuando se trabaja con la gente, la gente te cansa, y a veces también te irrita un poco. ¡Pero es el pueblo de Dios! Piensa en Jesús, que lo jalaban de un lado a otro. Piensa en Jesús, aquella vez en que estaba en la calle y decía: "¿Quién me ha tocado?" - "¿Pero Maestro, qué cosa dices? Mira cuánta gente hay a tu alrededor". "Alguien me ha tocado!" - "Pero, mira...". Siempre la gente, cansa. Dejarse cansar por la gente; no defender demasiado la propia tranquilidad. Voy al confesionario: hay una cola, y después tengo en mente salir... No la misa, sino una cosa que se podía hacer o no hacer, bueno, entonces tengo esto en mente, miro el reloj y ¿qué hago ? Es una opción: me quedo en el confesionario y sigo confesando hasta que termine, o le digo a la gente: "Tengo otro compromiso, lo siento, adiós". Siempre encontrar a la gente. Pero este encuentro con la gente es tan mortificante, ¡es una cruz! Encontrar a la gente es una cruz, por lo que tal vez habrá en la parroquia una, dos, diez personas - ancianas - que te hacen un pastel y te lo llevan, bien ... Pero, ¿cuántos dramas tienes que ver? Y esto cansa el alma y te lleva a la oración de intercesión.

Yo diría estas dos cosas, en esta tensión. Es muy importante. Y una de las señales de que no se va por el camino correcto es cuando el cura habla demasiado de sí mismo, también: de las cosas que hace, que le gusta hacer... es auto-referencial. Es una señal de que el hombre no es un hombre de encuentro, cuando mucho es un hombre del espejo, le gusta espejearse, reflejarse a sí mismo; tiene necesidad de llenar el vacío del corazón hablando de sí mismo. En cambio, el sacerdote que lleva una vida de encuentro con el Señor en la oración y con la gente hasta el final del día, está "arrancado", San Luigi Orione dijo "como un trapo." Y uno puede decir: "Pero, Señor, necesito otras cosas ...". ¿Está cansado? Vaya adelante. Ese cansancio es santidad, siempre que exista la oración. De lo contrario, también podría ser un cansancio de auto-referencialidad. Deben, ustedes sacerdotes, examinarse en esto: ¿soy un hombre de encuentro? ¿Soy un hombre de tabernáculo? ¿Soy un hombre de la calle? ¿Soy un hombre "de oído", que sabe escuchar? O cuando empiezan a decirme cosas, contesto de inmediato: "Sí, sí, las cosas son así y así...". ¿Me dejo cansar por la gente? Este era Jesús. No hay fórmulas. Jesús tenía una clara conciencia de que su vida era para los demás: para el Padre y para la gente, no para sí mismo. Se daba, se daba: se daba a la gente, se daba al Padre en la oración. Y su vida la vivió en clave de misión: "He sido enviado por el Padre para decir estas cosas ...".

Una cosa que no ayuda es la debilidad en la diócesis. Pero de esto hablaré por respondiendo a otra pregunta.

Nos hará bien, hará bien a todos los sacerdotes recordar que sólo Jesús es el Salvador, no hay otros salvadores. Y tal vez pensar que Jesús nunca, nunca, se unió con las estructuras, pero siempre se ligaba a las relaciones. Si un sacerdote ve que en su vida su comportamiento está demasiado ligado a las estructuras, algo no está bien. Y Jesús esto no lo hacía, Jesús se ligaba a las relaciones. Una vez oí a un hombre de Dios - creo que introducirán la causa de beatificación de este hombre - que decía: "En la Iglesia hay que vivir eso que dice: un mínimo de estructuras para el máximo de vida, y nunca el máximo de estructuras para el mínimo de vida". Sin relaciones con Dios y con el prójimo, nada tiene sentido en la vida de un cura. Hará carrera, obtendrá ese puesto, o ese otro; en esa parroquia que te gusta o en una terna para ser obispo. Hará carrera. ¿Pero el corazón? Quedará vacío, porque tu corazón está ligado a las estructuras y no a las relaciones, las relaciones esenciales: con el Padre, con Dios, con Jesús y con las personas. Esto es un poco la respuesta sobre los criterios que quiero darles. "Pero, Padre, usted no es moderno... Estos criterios son antiguos ...". ¡Así es la vida, hijo! Son los viejos criterios de la Iglesia que son modernos, ¡ultramodernos!

Don Pasquale Revello

Soy Don Pasquale Revello, párroco. Trabajo en Recco, una hermosa ciudad costera en la parroquia de San Giovanni Battista: 7,000 habitantes. Santo Padre, queremos vivir mejor la fraternidad sacerdotal tan recomendado por nuestro Cardenal Arzobispo y promovida por encuentros diocesanos, vicariales, peregrinaciones, retiros y ejercicios espirituales, semanas de la comunidad. ¿Puede darnos alguna indicación?

Papa Francesco:

Gracias, don Pasquale. ¿Cuántos años tiene?

Don Pasquale:

81 cumplidos.

Papa Francesco:

¡Somos de la misma edad! Pero hago una confesión: Al oírlo hablar así, ¡le habría calculado 20 menos!

Fraternidad: es una bella palabra, pero no cotiza en la bolsa de valores. Es una palabra que no cotiza en la bolsa de valores. Es muy difícil, la fraternidad entre nosotros. Es un trabajo de todos los días, la fraternidad presbiteral. Tal vez sin darnos cuenta, pero corremos el riesgo de crear esa imagen del sacerdote que lo sabe todo, que no necesita que le digan nada: "Yo sé todo, lo sé todo." Hoy en día los niños dirían: "¡Este es un sacerdote Google o Wikipedia!" Sabe todo. Y esta es una realidad que hace tanto mal a la vida presbiteral: la autosuficiencia. Este tipo de sacerdote dice: "¿Por qué perder tiempo en reuniones?... Y cuántas veces estoy en reuniones y está hablando el hermano sacerdote, y estoy en órbita en mis pensamientos, pienso en las cosas que tengo que hacer mañana ..". Dejo la pregunta: pero si el obispo dijera: "Usted sabe que el próximo año se incrementará la contribución de 8 por mil para los sacerdotes?", entonces ¡"la órbita" desciende de inmediato, porque hay algo que ha tocado corazón! ¿Esto te interesa? Y lo que te dice aquel cura joven o aquel viejo sacerdote o aquel cura de edad media, no te importa? Una bella pregunta para hacernos: en las reuniones, cuando me siento un poco lejos de lo que está diciendo el otro, o no me importa, preguntarme: "¿Pero por qué no me interesa esto? ¿Qué me interesa? ¿Dónde está la puerta para llegar al corazón de este hermano sacerdote que está hablando y diciendo de su vida, que es una riqueza para mí?" ¡Es una verdadera ascesis, la de la fraternidad presbiteral! La fraternidad. Escucharse, rezar juntos ...; y después un buen almuerzo juntos, hacer fiesta juntos... para los jóvenes sacerdotes, un partido de fútbol juntos... ¡Esto hace bien! Hace bien. Hermanos. La fraternidad, tan humana. Hacer con los sacerdotes del presbiterio lo que hacía con mis hermanos: este es el secreto. Pero está el egoísmo; debemos recuperar el sentido de fraternidad que ... sí, se habla pero aún no ha entrado en el corazón de los presbiterios, no ha entrado profundamente. En algunos un poco, en otros menos, pero debe entrar más. Lo que sucede después, me toca; lo que dice aquel hermano, puede decirlo también para ayudarme a resolver un problema que tengo. "Pero eso piensa distinto de mí ..." ¡Escúchalo! Y toma lo que te sirva. Los hermanos son riqueza el uno para el otro. Y esto es lo que abre el corazón: recuperar el sentido de la fraternidad. Es un asunto muy serio. Nosotros, los sacerdotes, los obispos, no somos el Señor. No. El Señor es Él. Nosotros somos los discípulos del Señor, y tenemos que ayudarnos unos a otros. También discutir, como discutían los discípulos cuando se preguntaban quién era el más grande de ellos. También discutir. Es bello escuchar también discusiones en las reuniones sacerdotales, porque si hay discusión hay libertad, hay amor, hay confianza, ¡hay fraternidad! No tengan miedo. Más bien hay que tener miedo de lo contrario: no decir las cosas, pero luego, por detrás: "¿Oíste lo que dijo ese idiota? ¿Has oído esa idea extravagante?" La murmuración, el "despellejar" al otro, la rivalidad... Les voy a decir una cosa... Pensé tres veces si puedo decirlo o no. Sí, lo puedo decir. No sé si debería decirlo, pero lo puedo decir. Ustedes saben que para hacer el nombramiento de un obispo, se pide información a los sacerdotes y a los fieles, a los consagrados de este sacerdote, y allí, en el cuestionario que envía el nuncio, dice, "esto es un secreto". No se puede decir a nadie, pero este cura es un posible candidato para convertirse en obispo. Y se pide información. A veces se encuentran verdaderas calumnias u opiniones que, sin ser graves calumnias, devalúan la persona del sacerdote; y pronto se hace evidente que detrás hay rivalidad, celos, envidia ... Cuando no hay fraternidad sacerdotal, hay - la palabra es dura - hay traición: se traiciona al hermano. Se vende al hermano. Para avanzar yo. Se "despelleja" al hermano. Piensen, hagan un examen de conciencia sobre esto. Les pregunto: ¿cuántas veces he hablado bien, he escuchado bien, en una reunión, a hermanos sacerdotes que piensan diferente o que no me agradan? ¿Cuántas veces, tan pronto han empezado a hablar, cerré los oídos? Y ¿cuántas veces los he criticado, "desplumado", "despellejado" en secreto? El gran enemigo en contra de la fraternidad sacerdotal es este: las murmuraciones por envidia, por celos, o porque no me agrada, o porque piensa de otra manera. Y entonces es más importante la ideología de la hermandad; es más importante la ideología de la doctrina ... Pero ¿a dónde hemos llegado? Piensen. La murmuración o el juzgar mal a los hermanos es un "mal de clausura": cuanto más estamos cerrados en nuestros intereses, más criticamos a los otros. Y jamás tener el deseo de tener la última palabra: la última palabra será la que salga por sí sola, o la dirá el obispo; pero yo digo la mía y escucho la de los demás.

Después, cuando los sacerdotes están enfermos, físicamente enfermos, vamos a visitarlos, les ayudamos... Pero peor aún, cuando están enfermos psíquicamente; y cuando están enfermos moralmente. ¿Hago penitencia por ellos? ¿Oro por ellos? ¿Trato de estar cerca para dar una mano, para hacerles ver la mirada misericordiosa del Padre? O rápidamente voy de con otro amigo mío a decirle: "¿Sabes? Supe de aquél esto, esto y esto ...". Y la "ensucio" aún más. Pero si el pobre cayó víctima de Satanás, ¿también tú quieres aplastarlo? Estas cosas no son fábulas: esto ocurre, esto sucede.

Y también otra cosa que puede ayudar es saber que ninguno de nosotros es el todo. Todos somos parte de un cuerpo, del cuerpo de Cristo, de la Iglesia, de esta Iglesia particular. Y quien tiene la pretensión de ser el todo, de tener siempre la razón o tener ese puesto lugar o el otro, se equivoca. Pero se aprende del seminario. Sé que aquí están los superiores de los seminarios, los formadores, los padres espirituales. Esto es muy importante. Un buen arzobispo, el Cardenal Canestri, decía que la Iglesia es como un río: lo importante es estar en el río. Si estás en el centro, o un poco a la derecha o más a la izquierda, pero en el río, esta es una variedad permisible. Lo importante es estar en el río. Muchas veces queremos que el río se restrinja sólo a nuestra parte y condenamos a los demás... esto no es fraternidad. Todos dentro del río. Todos. Esto se aprende en el seminario. Y yo aconsejo a los formadores: si ven un buen seminarista, inteligente, que parece bueno, es bueno, pero es un hablador [chismoso], córranlo. Porque después esto será una hipoteca para la fraternidad presbiteral. Si no se corrige, córranlo. Desde el principio. Hay un dicho, no sé como se dice en italiano: "Cría cuervos y te comerán los ojos". Si en el seminario tú crías "cuervos" que "chismean", van a destruir cualquier presbiterio, cualquier fraternidad en el presbiterio.

Y después hay tantas pruebas: el párroco y el vice-párroco, por ejemplo. A veces van naturalmente de acuerdo, son del mismo temperamento; pero muchas veces son diferentes, muy diferentes, ya que uno se encuentra en el río en este lado y el otro está en el otro lado, pero los dos en el río. Hagan un esfuerzo para entenderse, para amarse, para hablarse... Lo importante es estar en el río. Y lo importante es no chismear del otro, y buscar la unidad. Y debemos tomar las luces, las riquezas, los dones, los carismas de cada uno. Esto es importante. Los padres del desierto nos enseñan mucho acerca de esto: sobre la fraternidad, sobre el perdón, sobre la ayuda. Una vez, fueron a Abba Pafnuzio algunos monjes: estaban preocupados por un pecado que había cometido uno de sus hermanos, y van con él a pedir ayuda. Pero antes de irse, chismeaban entre sí, y mucho. Y Abba Pafnuzio, después de escucharlos, dice: "Sí, vi en la orilla del río a un hombre que estaba justo en el barro hasta las rodillas. Y algunos hermanos querían ayudarlo, y lo hicieron bajar al cuello ". Hay algunas "ayudas" que lo que buscan es destruir y no ayudar: están sólo disfrazadas de ayuda. En las murmuraciones, esto ocurre siempre. Una cosa que nos va a ayudar mucho cuando estamos frente a los pecados o las cosas feas de nuestros hermanos, cosas que tratan de romper la fraternidad, es hacernos la pregunta: "¿Cuántas veces he sido perdonado?" Esto ayuda.

Gracias don Pasquale. Y gracias por su juventud.

Madre Rosángela Sala, Presidente USMI Ligure

Santo Padre, gracias. Soy Sor Rosángela Sala del Instituto de las Hermanas de la Inmaculada y represento a la parte femenina de la vida consagrada de Liguria. Sabemos que usted ha vivido una larga experiencia de consagración vivida en diferentes situaciones y con diferentes roles. ¿Qué puede decirnos para qué podemos vivir nuestra vida con creciente intensidad en respecto al carisma, el apostolado y en nuestra Diócesis, que es la Iglesia?

Papa Francisco:

Gracias, Madre. A la Madre Rosángela la conozco desde hace años ... Es una buena mujer, pero tiene un defecto. ¿Puedo decirlo? ¡Maneja a 140! [Risas, risas] A ella le gusta ir rápido, pero es buena.

Usted ha dicho una palabra que me gusta mucho, me gusta mucho: el sentido de diócesis. Más que una palabra, se trata de una dimensión que me gustaría conectar con las preguntas anteriores. Una dimensión de nuestra vida de Iglesia, porque el sentido de diócesis es lo que nos salva de la abstracción, del nominalismo, de una fe un poco gnóstica, o solamente que "vuela por el aire". La diócesis es esa porción del Pueblo de Dios que tiene un rostro. En la diócesis está el rostro del Pueblo de Dios. La diócesis ha hecho, hace y hará historia. todos estamos insertos en la diócesis. Y esto nos ayuda a fin de que nuestra fe no sea teórica, sino sea práctica. Y ustedes consagrados y consagradas, son un regalo para la Iglesia, porque cada carisma, cada uno de los carismas es un don para la Iglesia, para la Iglesia universal. Pero siempre es interesante ver cómo cada uno de los carismas, todos los carismas nacen en un lugar concreto y muy ligado a la vida de esa diócesis concreta. Los carismas no nacen en el aire, sino en un lugar concreto. Después, el carisma crece, crece, crece y tiene un carácter muy universal; pero en los orígenes, siempre tiene un carácter concreto. Es bueno hacer memoria de cómo no hay carisma sin una experiencia fundacional concreta. Y que por lo general no está vinculada a una misión universal, sino a una diócesis, a un lugar concreto. Después se hace universal, pero en el principio, en las raíces ... Pensemos en los franciscanos. Si alguien dice: "Soy franciscano", ¿cuál es el lugar que viene a la mente? ¡Asís! ¡Inmediatamente! "¡Pero somos universales!" Sí, están en todas partes, es cierto, pero hay un origen concreto. Y vivir intensamente el carisma es querer encarnarlo en un lugar concreto.

El carisma se encarna: nacido en un lugar determinado y luego crece y continúa siendo encarnado en lugares concretos. Pero siempre necesita buscar dónde nació, ¿cómo nació el carisma, en qué ciudad, en qué barrio, con cuál fundador, cuál fundadora, como se formó... Y esto nos enseña a amar a la gente de lugares concretos, a amar a gente concreta, a tener ideales concretos: la concreción la da el sentido de diócesis. La concreción de la Iglesia la da el sentido de diócesis. Y esto no significa matar el carisma, no. Esto ayuda a que el carisma se haga más real, más visible, más cercano. Y después, de vez en cuando - cada seis años, normalmente - los consagrados se reúnen en capítulo, y provienen de diferentes "concreciones", y esto hace crecer al instituto. Pero siempre con la raíz en el sentido de diócesis: en las distintas diócesis, donde nació este carisma y dónde ha ido. Esta es la concreción. Cuando la universalidad de un instituto religioso, que crece y va y viene, que se olvida de insertarse en lugares concretos, en las diócesis concretas, esta orden religiosa, al final se olvida de dónde nació, del carisma de fundación. Se universaliza a la manera de las Naciones Unidas, por ejemplo. "Sí, tenemos una reunión universales, todos juntos...". Pero no hay aquella concreción del sentido de diócesis: dónde nació el carisma y a dónde ha ido luego y se ha insertado en aquellas Iglesias particulares. ¡Los institutos religiosos voladores no existen! Y si alguien tiene esta pretensión, va a terminar mal. Siempre las raíces en la diócesis. Y aquí está la difícil relación entre los religiosos consagrados y los obispos. Ahora se está trabajando en un nuevo proyecto para hacer de nuevo el documento Mutuae relationes, que tiene 40 años, y es hora de volver a verlo. Porque siempre hay conflictos, incluyendo conflictos de crecimiento, buenos conflictos, e también algunos no tan buenos. Pero esto es importante: un carisma que pretenda no tomar en serio el aspecto del sentido de diócesis y se refugia sólo en los aspectos ad intra, esto lo llevará a una espiritualidad auto-referencial y no universal como la Iglesia de Jesucristo.

Esta palabra me ha gustado mucho, Madre: el sentido de diócesis. Donde el carisma nació y donde se ha insertado en su crecimiento.

Un segundo aspecto que me gustaría subrayar es la disponibilidad. Una disponibilidad para ir a donde hay más riesgo, donde hay más necesidad. No para cuidarse a sí mismos: para ir a entregar el carisma e insertarse donde hay más necesidad. La palabra que utilizo a menudo es periferias, pero yo digo todas las periferias, no sólo las de la pobreza, todas. Incluso aquellas del pensamiento, todas. Insertarse en ellas. Y estas periferias son el reflejo de los lugares donde nace el carisma primordial. Y cuando digo disponibilidad, también digo revisión de las obras. Es cierto, a veces se hacen las revisiones porque no hay personal y deben hacerse. Pero incluso cuando hay personal, cuando hay gente, preguntarse: ¿nuestro carisma es necesario en esta diócesis, o en este lugar de la diócesis? ¿O será más necesario en otro lugar y en este lugar podrá venir otro carisma para ayudar? Estar disponible para ir más allá, siempre más allá: el "Deus semper maior". Siempre ir más allá, más allá... Estar disponible y no tener miedo de los riesgos; con la prudencia del gobierno, pero... Esto es importante, estas dos cosas, diría: el sentido de diócesis y disponibilidad. El sentido de diócesis como referencia el momento del nacimiento, y también la disponibilidad para crecer e insertarse en las diócesis. Diré esto, retomando su palabra, el sentido de diócesis. Gracias.

P. Andrea Caruso, OFM Cap.

Santidad, mi nombre es Fray Andrea Caruso, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos de Liguria. Esta es la pregunta: ¿cómo vivir y hacer frente a la disminución general de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada?

Papa Francisco:

Gracias.

Se dice de los franciscanos que se reúnen siempre, y se dice: "Cuando no están en capítulo, están en el verso". Siempre están en alguna reunión, están reunidos.

Acerca de la disminución [de las vocaciones]. Hay un problema demográfico: disminución demográfica en Italia. Estamos por debajo de cero, y si no hay niños y niñas, no habrá vocaciones. Era más fácil en tiempos de las familias más grandes tener vocaciones. Hay una disminución que es también una consecuencia de la disminución demográfica. No es la única razón, pero eso hay que tenerlo en cuenta. Es más fácil convivir con un gato o un perro que con los hijos. Porque me aseguro un amor programado, porque no son libres, los crió hasta cierto punto, existe una relación, me siento acompañado o acompañada con el gato, con el perro, y no con los hijos. Uno de mis asistentes, que tiene tres [hijos] me lo dice [ríe]. Sí, es cierto. En cada época, tenemos que ver las cosas que suceden como un paso del Señor: hoy en día, el Señor pasa entre nosotros y nos hace esta pregunta: "¿Qué pasa?" ¿Qué ocurre? El descenso es cierto. Pero me hago otra pregunta: ¿qué nos está diciendo, o nos está pidiendo el Señor, ahora? La crisis de vocaciones es una crisis que afecta a toda la Iglesia, todas las vocaciones: sacerdotales, religiosas, laicales, matrimoniales... Piensa en la vocación al matrimonio, que es tan hermosa. No se casan, los jóvenes; conviven, prefieren eso. Es una crisis transversal, y tenemos que pensar en las cosas así. Es una crisis que afecta a todos, incluso la vocación al matrimonio. Una crisis transversal. Y como tal, es un tiempo para preguntarse, para preguntar al Señor, y nos preguntarnos: ¿qué debemos hacer? ¿qué tenemos que cambiar? Abordar los problemas es una cosa necesaria; y aprender de los problemas es algo obligatorio. Y también hay que aprender de los problemas. Buscar una respuesta que no sea una respuesta reduccionista, que no sea una respuesta "de conquista".

Una cosa fea que sucedió en la Iglesia aquí en Italia - estoy hablando de los años noventa, más o menos -: algunas congregaciones que no tenían casas en las Filipinas, iban y traían a las chicas aquí, las "convencían" y las chicas venían. Chicas valientes, buenas... Después la mayoría abandonaban. Recuerdo, en el Sínodo de 1994, una carta pastoral de los obispos de Filipinas, que prohibían hacer esto, y las congregaciones que no tienen casas en las Filipinas no pueden hacer esto. Primero. Segundo: la formación inicial se debe hacer en el país [de origen], después, se puede ir a otro país, pero la formación inicial, en su propio país. Y recuerdo como si fuera hoy, creo que era el "Corriere della Sera", el gran titular: "La trata de novicias". Fue un escándalo. Incluso en algunos países de América Latina. Estoy pensando en una congregación ... Tomaron el autobús e iban a algunos lugares pobres, y convencían a las chicas de venir a Buenos Aires y ser novicias, y venían. Y después las cosas no iban bien. Y aquí, en Italia - en Roma - esto es un dato de hace 15 años, supe de algunas congregaciones que iban a los antiguos países comunistas de Europa Central en busca de vocaciones, chicas, países pobres ... Venían, pero no tenían vocación, pero no querían regresar; algunas encontraron un trabajo y otras, pobrecitas, terminaban en la calle.

Es difícil el trabajo vocacional, pero hay que hacerlo. Es un desafío. Debemos ser creativos en el trabajo vocacional. El otro día estaba en una reunión - antes de su capítulo en la provincia de Las Marcas, vinieron conmigo. Casi todos. Para hacer una especie de pre-capítulo con el Papa. ¡Tantos jóvenes! "¿Cómo tienen tantas vocaciones?" - "No sé, tratamos de vivir la vida, como la vivía San Francisco". La fidelidad al carisma fundacional. Y cuando hay congregaciones que son fieles al carisma fundacional, pero con ese amor que muestra la actualidad que tiene ese carisma, la belleza, esto atrae. Y después el testimonio. Si queremos consagrados, , consagradas, sacerdotes deben dar testimonio de que somos felices, que somos felices. Y que terminamos nuestra vida felices de la elección que Jesús hizo por nosotros. El testimonio de la alegría, incluso en la forma en que vivimos. Hay consagrados, consagradas, sacerdotes, obispos cristianos, pero viven como paganos. Un joven, una joven de hoy en día mira y dice: ¡"No, así no quiero!" Y esto empuja fuera a la gente. Después, es importante la conversión pastoral y misionera. Una de las cosas que los jóvenes de hoy están buscando mucho es la misionariedad. El celo apostólico: ver en el testimonio también un gran celo apostólico, que uno no vive para sí mismo, que vive para los demás, que da la vida, da la vida. Una vez - lo sabía sólo el obispo, en los años '92 - supe que una congregación de monjas del lugar en el que estaba, en el barrio, en la zona de Buenos Aires, donde era obispo auxiliar, estaban rehaciendo la casa de las hermanas. Tenían un colegio muy rico, muy rico. Tenían el dinero. Y tenían razón: la casa de las hermanas tenía que ser un poco hecha de nuevo. La habían hecho bien: incluso con baño privado. Está bien - pensé - si es una cosa austera, incluso hoy en día una comodidad moderna es importante, no hay problema ... Pero al final hicieron una lujosa mansión, para las hermanas. Y también - estoy hablando de 1992, hoy sería más fácil de entender, no sé, no sería bueno, pero no escandalizaría tanto - en cada una de las habitaciones de las monjas, una televisión. ¿Cuál fue el resultado? De dos a cuatro de la tarde, no encontrabas una hermana en el colegio: cada una estaba en su habitación viendo la telenovela. La mundanidad. La mundanidad espiritual. Y la gente, los jóvenes piden testimonio de la autenticidad, de celo apostólico, de armonía con el carisma. Y hay que darse cuenta de que con estos comportamientos nosotros mismos causamos algunas crisis vocacionales. Somos nosotros mismos. Se desea una conversión pastoral, una conversión misionera. Los invito a dar esos pasos de la Evangelii gaudium que habla de esto, sobre la necesaria conversión misionera, y esto es un testimonio que atraerá vocaciones.

Después, hay vocaciones, Dios las da. Pero si tú - sacerdote o consagrado o una monja - estás siempre ocupado, no tienes tiempo para escuchar a los jóvenes que vienen, que no vienen... "Sí, sí, mañana...". ¿Por qué? Los jóvenes son "aburridos", son siempre las mismas preguntas ... Si no tienes tiempo, ve a buscar a otra persona que pueda escuchar. Escucharlos. Y luego, los jóvenes están siempre en movimiento: hay que ponerlos en un camino misionero. Cuatro días de vacaciones: Los invito, vamos a hacer una pequeña misión en ese lugar, en ese pueblo, o vamos a blanquear la escuela en ese pueblo que está todo sucio ... Y los jóvenes van de inmediato. Y al hacer estas cosas, el Señor les habla. El testimonio. Esta es la clave. Esta es la clave.

¿Qué piensa un joven cuando ve a un sacerdote, un ordenado o consagrada? La primera cosa que piensa, si tiene cualquier movimiento del Espíritu: "Me gustaría ser como ella, como él". Ahí está la semilla. Nace del testimonio. "¡Nunca quiero ser como ese!" Es el anti-testimonio. El testimonio se hace sin palabras.

Y termino con una anécdota. En la zona de Buenos Aires, donde era obispo auxiliar, hay muchos hospitales, pero en todos están las hermanas. Y en uno, que estaba cerca de la vicaría, había tres monjas alemanas, ancianísimas, enfermas, de una congregación que no tenía gente para enviar. Y la Madre General, con sentido común, las llamó: fue una decisión prudente, tomada con la oración, hablando con el obispo... una cosa bien hecha. Y el cura dijo: "Yo conozco a la Madre General de un instituto coreano de Seúl, de la Sagrada Familia de Seúl. Puedo escribir ". Y escribió. "Está bien, está bien". Al final, después de cuatro meses, llegaron tres hermanas coreanas. Llegaron el lunes - por decir - martes habían arreglado un poco sus cosas, y el miércoles salieron al hospital. Coreanas, sin una palabra de español. Al cabo de unos días, los enfermos estaban todos felices: "¡Qué buenas hermanas! Pero qué hermoso, lo que dicen!" -" Pero, ¿cómo - dije - lo que dicen, si no hablan una palabra de español?"- "No, no, pero la sonrisa, te toman la mano, te hacen una caricia ...". ¡El lenguaje de los gestos! Pero, sobre todo, ¡el lenguaje del testimonio de amor! Mira, incluso sin palabras, puedes atraer a la gente. El testimonio es decisivo en las vocaciones: es decisivo.

¡Gracias por lo que hacen! ¡Muchas gracias!

Les pido que oren por mí. Les agradezco por su vida consagrada, para su vida presbiteral. ¡Y adelante, adelante, que el Señor es grande y nos dará hijos y nietos en nuestras congregaciones y en nuestra diócesis!

Gracias.

Y ahora les doy la bendición, ¡y a seguir adelante con valor! Y me gustaría saludar a los cuatro que han tenido el valor de hacer preguntas.

[Bendición]

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