LA FAMILIA ES EL LUGAR PRIVILEGIADO PARA LA PROVIDENCIA DE DIOS: MENSAJE DE NAVIDAD DEL PAPA A LOS EMPLEADOS DEL VATICANO (23/12/2021)

Serenidad, sobre todo, para quienes están pasando por momentos difíciles, fue el deseo manifestado por el Papa Francisco durante el tradicional encuentro de Navidad con los empleados del Vaticano y sus familias. “Donde hay caridad y amor, está Dios”: esta frase de un famoso canto sacro sirvió al Papa Francisco para recordar a los empleados del Vaticano y sus familias, reunidos en el Aula Pablo VI este 23 de diciembre para el saludo navideño, que “ahí es donde nace Dios, donde el amor se concreta, se convierte en cercanía, se convierte en ternura, se convierte en compasión”. Una caridad y un amor que son también una invitación a no descuidar las necesidades de los ancianos o de las personas solas. Compartimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Agradecemos a Dios que nos hace reencontrarnos para darnos los deseos de feliz Navidad. De corazón lo deseo a ustedes, papás, mamás, hijos, abuelos, y a todos sus seres queridos. Que Jesús pueda nacer en sus corazones y en sus familias. ¿Y cómo nace Jesús? En el amor. No hay otro camino. Lo dice también un famoso canto sacro: “Donde hay caridad y amor, ahí está Dios”. Allí nace Dios, nace donde el amor se hace concreto, se hace cercanía, se hace ternura, se hace compasión. Allí está Dios.

Si, por ejemplo, en la familia está el abuelo o la abuela que no pueden salir fácilmente, entonces vamos a verlo o a verla, con las atenciones que requiere la pandemia, pero vamos, no los dejamos solos. Y si no podemos ir, les hacemos una llamada y hablamos un poco. Pero sobre todo, en cuanto es posible, vamos, y estamos un poco con él o con ella. Sobre esto de los abuelos me detengo un poco come porque en esta cultura del descarte a los abuelos se les descarta mucho. “Sí, están bien, están allí...”: no entran en la vida. Me viene a la mente una cosa que, de niño, una de mis abuelas me contó. Había una familia donde el abuelo vivía con ellos y el abuelo envejecía. Y después, en la comida o la cena, cuando tomaba la sopa, se ensuciaba. Y en un cierto punto, el papá dijo: “No podemos vivir así, porque no podemos invitar amigos, con el abuelo... Haré algo para que el abuelo coma y cene en la cocina. Le haré una linda mesita”. Y así sucedió. Una semana después, vuelve a casa y encuentra a su hijo de 10 años que juega con la madera, los clavos, el martillo... “¿Qué estás haciendo?” – “Una mesita, papá” – “¿Pero para qué?” – “Para ti, para cuando seas viejo”. No olvidemos que lo que sembramos en nuestros hijos lo harán con nosotros. Por favor no olviden a los abuelos, no olviden a los ancianos: son la sabiduría. “Sí, pero me hizo la vida imposible...”. Perdona, olvida, Como Dios te perdonará a ti. Pero no olviden a los ancianos, porque esta cultura del descarte los hace a un lado, siempre. Discúlpenme, pero para mí es importante hablar de los abuelos, y quisiera que todos fuéramos por este camino.

Muy queridos, quiero desearles que la Navidad les traiga un poco de serenidad, especialmente si están viviendo un período difícil, con preocupaciones... Toda familia las tiene, pero a veces hay situaciones más difíciles. Hago oración para que quien tiene necesidad reciba el don de la serenidad, personal y familiar. La pandemia ha causado muchos problemas a las familias, problemas tanto económicos, como psicológicos. Pienso en los jóvenes, en los adolescentes, que han resentido de modo particular los períodos de aislamiento y de enseñanza a distancia. Pero cada edad ha tenido sus problemas con la pandemia.

Y en cuanto se refiere al trabajo, como les decía hace un año, hemos buscado garantizar la ocupación; nos hemos comprometido a no dejar a ninguno sin trabajo. Es verdad, la gestión del período de cierre no fue fácil; sé que hubo algún problema, lo sé; espero que se puedan encontrar soluciones satisfactorias a través del diálogo, buscando el encuentro, siempre en el respeto de los derechos de los trabajadores y del bien común.

Pidamos para ello la intercesión de San José: él es “competente” en el campo del trabajo. Pero no solamente. Es más, en realidad, él es ante todo el custodio de Jesús y de la Virgen María. Y por ello es también el patrono de la Iglesia. Como saben, todo este año estuvo dedicado a San José: he estado muy contento, y espero que les haya ayudado a sentirlo más cerca, más presente en su vida, en sus familias. A él pueden encomendar ciertas situaciones un poco complicadas, en que nos damos cuenta que nuestras fuerzas no son suficientes, que no hay soluciones a la mano. Entonces pueden dirigirse a San José, en la oración. Él es alguien de pocas palabras – en el Evangelio no habla nunca, no hay palabras de José –, de pocas palabras pero de muchos hechos. Prueben. Un hombre que escucha la voluntad de Dios y la pone en práctica, sin vacilaciones. Yo le pido siempre, por esta necesidad, por la otra, aquella otra, y siempre responde

¿Y saben de qué forma Dios le revelaba su voluntad? En el sueño, mientras dormía. Este es un hecho relatado por los evangelios, y también tiene un sentido simbólico: no se trata sólo de sueños en un sentido psicológico, sino de revelaciones del designio divino, que recibía en el sueño y después, al despertar, realizaba de inmediato. Lo vemos cuatro veces: la primera, cuando debe tomar como esposa a María; la segunda, cuando Herodes amenaza la vida de Jesús y necesita huir a Egipto; la tercera cuando es el momento de regresar a la patria; y la cuarta, cuando se trata de establecerse en Nazaret. Todas estas “indicaciones de camino”, el Señor se las dio a José en el sueño, mediante un ángel. Pero no eran fantasías, alucinaciones, eran mensajes bien unidos a la realidad, destinados a guiar el camino de la Sagrada Familia. Eran la manifestación de la Providencia de Dios.

Y sobre esta palabra, Providencia, detengámonos un momento. Como nos enseña la historia de José y María, la familia es el lugar privilegiado en que se experimenta la Providencia de Dios. Por eso quiero también desearles, a cada una de sus familias, precisamente esto: experimentar la mano paterna de Dios que guía nuestros pasos por los caminos, para el bien de los esposos, para el bien de los hijos, para el bien de toda la familia. No siempre los designios de Dios son claros; a menudo se manifiestan con el tiempo, requieren paciencia; requieren sobre todo fe, mucha confianza en que Dios quiere sólo y siempre el bien, el mayor bien para nosotros y nuestros seres queridos. Y entonces se necesita hacer como San José: abandonarse a Dios –esto significa el sueño – para recibir sus mensajes.

Yo hago oración por ustedes. Oren también ustedes unos por otros, así la comunidad de trabajo se consolida, se hace más unida. Les agradezco por haber venido a este encuentro. Pido a San José y pido a la Virgen que les acompañen en su camino, y que Jesús, el Salvador, llene de alegría y de paz sus corazones y sus casas. A todos ustedes y a sus familias, les deseo feliz Navidad. Y les agradezco por todo el trabajo que hacen aquí: ¡muchas gracias!

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