QUE NADIE INSTRUMENTALICE EL NOMBRE DE DIOS PARA LA VIOLENCIA: PALABRAS DEL PAPA DURANTE LA VISITA AL GRAN MUFTÍ DE JERUSALÉN (26/05/2014)

A primera hora de la mañana el Santo Padre se desplazó a la Explanada de las Mezquitas, también conocida como el Monte del Templo. Se trata de una explanada artificial con forma trapezoidal que ocupa un sexto de la superficie de la Ciudad Vieja de Jerusalén. El área es relevante para las tres religiones monoteístas, es tres veces sagrada. Después de una breve visita, fue acompañado al edificio de Al-Kubbah Al-Nahawiyya, donde le esperaban los altos representantes de la comunidad islámica a los cuáles se dirigió con unas palabras que reproducimos a continuación, traducidas el español:

Excelencia, fieles musulmanes, queridos amigos:

Me complace poder encontrarme con ustedes en este lugar sagrado. Les agradezco de corazón la cortés invitación que me han dirigido y, en particular, le doy las gracia a Usted, Excelencia, y al Presidente del Consejo Supremo Musulmán.

Siguiendo las huellas de mis Predecesores y, sobre todo, la luminosa estela dejada por el viaje de Pablo VI, hace ya cincuenta años –el primer viaje de un Papa a Tierra Santa–, he tenido mucho interés en venir como peregrino a visitar los lugares que han visto la presencia terrena de Jesucristo. Pero mi peregrinación no sería completa si no incluyese también el encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso, me alegro de poder estar con ustedes, fieles musulmanes, queridos hermanos.

En este momento me viene a la mente la figura de Abrahán, que vivió como peregrino en estas tierras. Musulmanes, cristianos y judíos reconocen a Abrahán, si bien cada uno de manera diferente, como padre en la fe y un gran ejemplo a imitar. Él se hizo peregrino, dejando a su gente, su casa, para emprender la aventura espiritual a la que Dios lo llamaba.

Un peregrino es una persona que se hace pobre, que se pone en camino, que persigue una meta grande apasionadamente, que vive de la esperanza de una promesa recibida (cf. Hb 11, 8-19). Así era Abrahán, y ésa debería ser también nuestra actitud espiritual. Nunca podemos considerarnos autosuficientes, dueños de nuestra vida; no podemos limitarnos a quedarnos encerrados, seguros de nuestras convicciones. Ante el misterio de Dios, todos somos pobres, sentimos que tenemos que estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos, dóciles a la llamada que Dios nos hace, abiertos al futuro que Él quiere construir para nosotros.

En nuestra peregrinación terrena no estamos solos: nos encontramos con otros fieles, a veces compartimos con ellos un tramo del camino, otras veces hacemos juntos una pausa reparadora. Así es el encuentro de hoy, y lo vivo con particular gratitud: se trata de un agradable descanso juntos, que ha sido posible gracias a su hospitalidad, en esa peregrinación que es nuestra vida y la de nuestras comunidades. Vivimos una comunicación y un intercambio fraterno que pueden reponernos y darnos nuevas fuerzas para afrontar los retos comunes que se nos plantean.

De hecho, no podemos olvidar que la peregrinación de Abrahán ha sido también una llamada a la justicia: Dios ha querido que sea testigo de su actuación e imitador suyo. También nosotros quisiéramos ser testigos de la acción de Dios en el mundo y por eso, precisamente en este encuentro, oímos resonar intensamente la llamada a ser agentes de paz y de justicia, a implorar en la oración estos dones y a aprender de lo alto la misericordia, la grandeza de ánimo, la compasión.

Queridos hermanos, queridos amigos, desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y comunidades que se reconocen en Abrahán:

Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas.

Aprendamos a comprender el dolor del otro.

Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia.

Trabajemos juntos por la justicia y por la paz.

¡Salam!

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