ÁNGELUS DEL 13 DE NOVIEMBRE:POR LA RECONCILIACIÓN Y LA JUSTICIA EN ÁFRICA

Como todos los domingos, ayer por la mañana, a las doce de mediodía, se celebró el tradicional rezo mariano del Ángelus con Benedicto XVI, que se asomó a la ventana de su despacho, en el Palacio Apostólico Vaticano, para orar con los fieles y peregrinos llegados a la plaza de San Pedro.
 
Antes de saludar a la virgen María con el rezo angélico, el Papa comentó las lecturas del Evangelio de este domingo.
 
En las palabras posteriores al rezo del Ángelus, el papa recordó que este domingo fue el Día Mundial de la Diabetes, y prometió su oración por “todos estos hermanos y hermanas, y a a todos quienes comparten cada día su fatiga; así como por los profesionales de la salud y voluntarios que les asisten”.
 
También se refirió a su próximo viaje a Benín, aprovechando ese momento para pedir por la reconciliación y la justicia en África.
 
Compartimos con todos las palabras del Papa el día de ayer:
 
Queridos hermanos y hermanas:
 
La Palabra de Dios de este domingo —el penúltimo del año litúrgico— nos advierte de la precariedad de la existencia terrena y nos invita a vivirla como una peregrinación, teniendo la mirada fija en la meta, en aquel Dios que nos ha creado y, dado que nos ha hecho para sí (cf. san Agustín, Conf. 1, 1), es nuestro destino último y el sentido de nuestra vida. Paso obligado para llegar a esa realidad definitiva es la muerte, seguida del juicio final. El apóstol Pablo recuerda que «el día del Señor llegará como un ladrón en la noche» (1 Ts 5, 2), es decir, sin avisar. La conciencia del retorno glorioso del Señor Jesús nos impulsa a vivir en una actitud de vigilancia, esperando su manifestación en la constante memoria de su primera venida.
 
En la célebre parábola de los talentos —que narra el evangelista Mateo (cf. 25, 14-30)—, Jesús habla de tres servidores a los que el señor, en el momento de partir para un largo viaje, les confía sus bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble los bienes recibidos. El tercero, en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo. Al volver a casa, el amo pide cuentas a los servidores de lo que les había confiado y, mientras se complace con los dos primeros, el tercero lo defrauda. En efecto, aquel servidor, que mantuvo escondido el talento sin valorizarlo, hizo mal sus cálculos: se comportó como si su amo ya no fuera a regresar, como si no hubiera un día en el que le pediría cuentas de su actuación. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega talentos, confiándole al mismo tiempo una misión que cumplir. Sería de necios pensar que estos dones nos corresponden, y renunciar a emplearlos sería incumplir el fin de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno nota que el Señor a nadie niega el don de su caridad, del amor. Escribe: «Por esto, es necesario, hermanos míos, que pongáis sumo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengáis que realizar» (Homilías sobre los Evangelios 9, 6). Y tras precisar que la verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos como a los enemigos, añade: «Si uno adolece de esta virtud, pierde todo bien que tiene, es privado del talento recibido y arrojado fuera, a las tinieblas» (ib.).
 
Queridos hermanos, acojamos la invitación a la vigilancia, a la que tantas veces nos exhortan las Escrituras. Esta es la actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer fructificar y sin el cual cualquier otro don es vano (cf. 1 Co 13, 3). Si Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros (cf. 1 Jn 3, 16), ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amarnos de todo corazón los unos a los otros? (cf. 1 Jn 4, 11) Sólo practicando la caridad, también nosotros podremos participar en la alegría de nuestro Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.
 
Después del Ángelus el Santo Padre pronunció las siguientes palabras:
 
Queridos amigos, se celebra hoy la Jornada mundial de la diabetes, enfermedad crónica que aflige a muchas personas, incluso jóvenes. Ruego por todos estos hermanos y hermanas, y por cuantos comparten cada día su dificultad; así como por los profesionales de la salud y los voluntarios que los asisten.
 
Hoy la Iglesia en Italia celebra la Jornada de acción de gracias. Mirando a los frutos de la tierra que también este año el Señor nos ha donado, reconocemos que el trabajo del hombre sería vano si él no lo hiciera fecundo. «Sólo con Dios hay futuro en nuestros campos». Mientras damos gracias, comprometámonos a respetar la tierra que Dios nos ha confiado. 
 
El Papa pidió a los fieles que rezaran por su viaje a Benín, programado para los días 18 a 20 de noviembre. Lo hizo al saludar a los grupos de lengua francesa después de la plegaria mariana.
 
Queridos peregrinos de lengua francesa, el Señor nos invita hoy a reconocer los dones que nos ha hecho. Confía a cada uno la responsabilidad de hacerlos fructificar para que sea la sal de la tierra y la luz del mundo. Esta palabra de Cristo guió los trabajos de la II Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Deseo entregarla a todos cuando vaya a Benín para confirmar la fe y la esperanza de los cristianos de África y de las islas contiguas. Encomiendo a vuestra oración este viaje y a los habitantes del querido continente africano, especialmente a los que sufren la inseguridad y la violencia. Que Nuestra Señora de África acompañe y sostenga los esfuerzos de todas las personas que trabajan por la reconciliación, la justicia y la paz. Con mi bendición.
 
En español el Papa dijo:
 
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que han participado en esta oración mariana del Ángelus. En la liturgia de hoy, la Palabra de Dios nos exhorta a la sobriedad, a la vigilancia y a una vida cristiana activa y diligente. Los dones que el Señor ha depositado en nosotros son un tesoro que hemos de enriquecer cada día, como tierra fértil que da buenos frutos, y contribuir así a la edificación de la Iglesia y de la sociedad. Que la Virgen María nos acompañe en este servicio a la obra salvadora de Cristo. Muchas gracias y feliz domingo.

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