PRESERVAR LA TIERRA DE LAS ACCIONES PERVERSAS, LA VIDA MISMA ESTÁ AMENAZADA: PALABRAS DEL PAPA EN EL ACTO ACADÉMICO DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE (07/10/2021)

El Papa Francisco presidió este 7 de octubre el Acto Académico de la Pontificia Universidad Lateranense que da inicio al nuevo ciclo de estudios de ecología y medio ambiente. Estuvieron también presentes en el evento, Audrey Azoulay, Directora de la UNESCO, y el Patriarca Bartolomé. El Papa, de cara a la próxima COP26, en su discurso advirtió: “Las expectativas para los objetivos de desarrollo sustentable de 2030 se están alejando”. Transcribimos a continuación, el texto completo del discurso del Santo Padre, traducido del italiano:

Su Santidad queridísimo hermano Bartolomé,
ilustre señora Audrey Azoulay, Director General de la UNESCO,
Gran Canciller, Rector Magnífico y comunidad académica lateranense,
queridos hermanos y hermanas:

Me alegro de estar entre ustedes, para este Acto Académico dedicado a las temáticas ecológicas y ambientales. Este también está destinado a poner las bases de un diálogo abierto y estructurado, con todos, sobre cómo conocer y escuchar la voz de nuestra casa común, que pide ser custodiada y cuidada. es un evento que ve participar al patriarca ecuménico Bartolomé, con quién compartimos el deber de anunciar el amor por la creación y el compromiso por su cuidado. mientras se elaboraba la encíclica Laudato si’, fuerte era la luz que venía de él y de la Iglesia de Constantinopla. Cuidar la creación –citó a Su Santidad– «es una forma de amar, de pasar gradualmente de lo que yo quiero aquello de lo que tiene necesidad del mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez y de la dependencia» (Conferencia en el Monasterio de Utstein, Noruega, 23 de junio de 2003).

Hoy, la reflexión común como discípulos de Cristo ha logrado penetrar en muchos contextos haciendo converger intereses a menudo distantes, como en el ámbito de organizaciones internacionales, o de conferencias multilaterales dedicadas a distintos sectores o ecosistemas ambientales. En esta perspectiva, por ejemplo, se ubica el reciente mensaje que, con el Patriarca Bartolomé y el Arzobispo Justin Welby, Primado de la Iglesia Anglicana, hemos predispuesto en vista de la reunión del COP26 en Glasgow, ya inminente. Creo que estamos todos conscientes: el mal que estamos causando al planeta no se limita ya a daños sobre el clima, sobre el agua y el suelo, sino que amenaza la vida misma sobre la tierra. Ante esto, no basta repetir afirmaciones de principios, que nos hacen sentir cómodos porque, entre muchas cosas, nos interesa también el ambiente. La complejidad de la crisis ecológica, de hecho, exige responsabilidad, concreción y competencia. Me ha impactado mucho que uno de los científicos, en el encuentro que tuvimos con ellos y también con los líderes religiosos [el 4 de octubre pasado], este científico, Presidente [de la Pontificia Academia de las Ciencias], dijo: “mi nieta, que nació el mes pasado, deberá vivir en un mundo inhabitable si no cambiamos las cosas”.

Son opciones que reclaman a su misión original a la Universitas, como lugar privilegiado de formación y preparación, donde los diversos saberes se encuentran, donde estudiantes y docentes se unen para reflexionar y elaborar creativamente nuevos caminos para recorrer. Por la Universidad pasa también el esfuerzo para formar la conciencia ecológica y desarrollar la investigación para cuidar la casa común. La actividad académica está llamada a favorecer la conversión ecológica integral para preservar el esplendor de la naturaleza, ante todo reconstruyendo la necesaria unidad entre las ciencias naturales y sociales con cuanto ofrece la reflexión teológica, filosófica y ética, para inspirar la norma jurídica y una sana visión económica.

El encuentro de hoy cuenta con la representación al más alto nivel de la organización de las Naciones Unidas para la educación la ciencia y la cultura (UNESCO), encargada de preservar el patrimonio cultural y natural mundial, y a promover las Ciencias en su dinamismo, ante todo a través de la formación. Agradezco a la UNESCO por la atención activa a esta iniciativa con el inicio del curso para una cátedra sobre el Futuro de la educación en la sustentabilidad.

Son estos el espíritu, los presupuestos y la intención confiados al nuevo ciclo de estudios en ecología y medio ambiente que nace hoy en esta Universidad. Inserto también en el camino hacia la plena comunión eclesial, éste trabaja junto a la sede del Apóstol Andrés, con una perspectiva abierta, un ánimo grande capaz de acoger la atención de las Iglesias cristianas, de las diversas comunidades religiosas, de cuántos se dedican a la investigación y de quien se profesa no creyente. Deberá ser, además, un punto de encuentro para la reflexión sobre la ecología integral, capaz de recoger experiencias y pensamientos distintos, conjugándolos a través del método propio de la investigación científica. De tal forma la Universitas se muestra no solamente como expresión de la unidad de los saberes, sino también como depositaria de un imperativo que no tiene confines religiosos, ni ideológicos, ni culturales: custodiar nuestra casa común, preservarla de las acciones aceleradas, quizá inspiradas por una política, una economía, y una formación, ligadas al resultado inmediato, con ganancia para unos pocos.

Se están alejando las expectativas ligadas a los objetivos del desarrollo sustentable para llevar a cabo hacia el 2030, junto a objetivos más específicos ligados a la protección del aire, del agua, del clima o a la lucha contra la desertificación. Quizá porque hemos unido estos objetivos sólo a una relación causa-efecto, quizá en nombre de un eficientísimo, olvidando que «no existe ecología sin una adecuada antropología» (Enc. Laudato si’, 118). Sin una verdadera ecología integral tendremos «un nuevo equilibrio, que no sólo no resolverá los problemas, sino que agregará otros» (íbid.). La idea de un nuevo ciclo de estudios, entonces, sirve para transformar también entre los creyentes el interés por el ambiente en una misión realizada por personas formadas, fruto de una adecuada experiencia educativa. Es esta la responsabilidad más grande ante cuántos, a causa de la degradación ambiental, son excluidos abandonados y olvidados. Un trabajo al que la Iglesia, por vocación, y toda persona de buena voluntad están llamadas a dar todas las aportaciones necesarias, haciéndose voz de quienes no tienen voz, poniéndose sobre los intereses particulares y que no permanezcan solamente lamentándose.

A la comunidad académica lateranense, en todos sus componentes, dirijo mi animo a continuar, con humildad y perseverancia, en interceptar los signos de los tiempos. Una actitud que requiere apertura, creatividad, ofertas formativas más amplias, pero también sacrificio, compromiso, transparencia y rectitud en las opciones, actitud en este tiempo no sencilla. Abandonemos definitivamente ese “se ha hecho siempre así” –es suicida, esto, el “siempre se ha hecho así” –, que no nos hace creíbles porque genera superficialidad y respuestas válidas solo en apariencia (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 33). Estamos llamados, en cambio, a un trabajo calificado, que pide a todos generosidad y gratuidad para responder a un contexto cultural cuyos desafíos requieren concreción, precisión y capacidad de confrontación. Que Dios nos colme de su ternura Y derrame sobre nuestro camino la fuerza de su amor, para que «sembremos belleza y no contaminación y destrucción» (Enc. Laudato si’, 246). Gracias.

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