LA ORACIÓN CRISTIANA, VÍNCULO ÍNTIMO CON EL PADRE: ÁNGELUS DEL 28/07/2019

Previamente a la oración del Ángelus de este 28 de julio, el Papa Francisco retomó el texto de Lucas y mostró la fascinación de los discípulos porque Jesús no oraba como los otros maestros de la época, sino que su oración era un vínculo íntimo con el Padre. El Papa Francisco recordó las circunstancias en las que Jesús enseña el Padre Nuestro a sus discípulos. Ellos conocen y recitan las fórmulas de la tradición judía, sin embargo, observan que en Jesús la oración adquiere una dimensión y calidad nuevas. “La oración es esencial en la vida del maestro”, afirmó el Papa, e insistió: “estaban fascinados porque veían que no rezaba como los otros maestros de la época, sino que su oración era un vínculo íntimo con el Padre, hasta el punto de que deseaban participar en estos momentos de unión con Dios, para saborear plenamente su dulzura”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 11, 1-13), San Lucas narra las circunstancias en las que Jesús enseña el “Padre Nuestro”. Ellos, los discípulos, ya saben orar, recitando las fórmulas de la tradición judía, pero desean poder vivir también ellos la misma “calidad” de la oración de Jesús. Porque ellos pueden constatar que la oración es una dimensión esencial en la vida de su Maestro, de hecho cada acción importante suya se caracteriza por prolongadas pausas de oración. Además, permanecen fascinados porque ven que Él no ora como otros maestros de su tiempo, sino que su oración es un vínculo íntimo con el Padre, tanto que desean ser partícipes de estos momentos de unión con Dios, para saborear completamente su dulzura.

Así que, un día, esperan a que Jesús concluya su oración, en un lugar apartado, y luego le piden: «Señor, enséñanos a orar» (v. 1). Respondiendo a la petición explícita de los discípulos, Jesús no da una definición abstracta de la oración, ni enseña una técnica eficaz para orar y “obtener” algo. Él en cambio invita a los suyos a hacer experiencia de la oración, poniéndolos directamente en comunicación con el Padre, suscitando en ellos una nostalgia por una relación personal con Dios, con el Padre. ¡Aquí está la novedad de la oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, sostenido por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo con el Padre, un diálogo entre hijos y Padre. Esta es la oración cristiana.

Por tanto les entrega la oración del “Padre Nuestro”, quizás el don más precioso que nos ha dejado el divino Maestro en su misión terrenal. Después de habernos revelado su misterio de Hijo y hermano, con esta oración Jesús nos hace penetrar en la paternidad de Dios; quiero subrayar esto: cuando Jesús nos enseña que el Padre Nuestro nos hace entrar en la paternidad de Dios y nos indica el modo para entrar en diálogo orante y directo con Él, a través del camino de la confianza filial. Es un diálogo entre el papá y su hijo, de hijos con el papá. Lo que pedimos en el “Padre Nuestro” ya se ha cumplido para nosotros en el Hijo unigénito: la santificación del Nombre, la venida del Reino, el don del pan, el perdón y la liberación del mal. Mientras pedimos, abrimos la mano para recibir. Recibir los dones que el Padre nos ha hecho ver en el Hijo. La oración que nos ha enseñado el Señor es la síntesis de toda oración, y nosotros la dirigimos al Padre siempre en comunión con los hermanos. A veces sucede que en la oración hay distracciones pero muchas veces sentimos como el deseo de detenernos en la primera palabra: “Padre” y sentir esa paternidad en el corazón.

Después Jesús cuenta la parábola del amigo inoportuno y dice Jesús: “se necesita insistir en la oración”. Me viene a la mente lo que hacen los niños entre los tres años, tres años y medio: comienzan a preguntar cosas, cosas que no entienden. En mi tierra se llama “la edad del por qué”, creo que también aquí se dice así. Los niños comienzan a mirar al papá y dicen: “Papá, ¿por qué?, Papá, ¿por qué?” Piden explicaciones. Estemos atentos: cuando el papá empieza a explicar el por qué, ellos vienen con otra pregunta sin escuchar la explicación completa. ¿Qué sucede? Sucede que los niños se sienten inseguros acerca de tantas cosas que empiezan a entender a medias. Sólo quieren atraer sobre ellos, la mirada del papá y por eso: “¿Por qué, por qué, por qué?” Nosotros, en el Padre Nuestro, si nos detenemos en la primera palabra, haremos lo mismo que cuando éramos niños, atraer sobre nosotros la mirada del padre. Decir: “Padre, Padre”, y también decir: “¿Por qué?” y Él nos mirará.

Pidamos a María, mujer orante, que nos ayude a orar el Padre Nuestro unidos a Jesús para vivir el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo.

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