VIVAMOS CON SOBRIEDAD, JUSTICIA Y PAZ: PALABRAS DEL PAPA A LOS EMPLEADOS DEL VATICANO EN OCASIÓN DE LA NAVIDAD 2016 (22/12/2016)

Con gran alegría, el Papa Francisco dio su cordial bienvenida a los empleados del Vaticano y a sus familiares con motivo del encuentro para el intercambio de felicitaciones navideñas. Invitando asimismo a dar gracias a Dios por el don del trabajo y alentando a rezar por todos los que no tienen empleo en Italia y en todo el mundo y por las tristes realidades del subempleo y de la explotación laboral, el Sucesor de Pedro recordó, con el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, la importancia de impulsar la tutela de los derechos laborales. Compartimos a continuación, el mensaje que el Santo Padre dirigió a los empleados del Vaticano, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Nos encontramos para este momento hermoso de familia, para intercambiar los deseos de Navidad. Es un momento para mi muy agradable, porque es la ocasión de encontrarnos todos juntos, también con sus familias, las esposas y los maridos, los hijos, los padres que incluso son abuelos...

Antes que nada, quiero agradecer con ustedes al Señor por todos sus dones. Porque es verdad que en estos días se piensa en los regalos de Navidad, pero en realidad quien hace el verdadero regalo es Él, nuestro Padre, que nos regala a Jesús. Y nuestros regalos, esta bella tradición de intercambiar los dones, debería expresar justamente esto: un reflejo del único don que es Su Hijo hecho hombre y nacido de la Virgen María.

Y todos nosotros queremos agradecer a Dios antes que nada por el don del trabajo. El trabajo es importantísimo ya sea para la persona misma que trabaja, ya sea para su familia. Y mientras agradecemos, oramos por las personas y las familias, en Italia y en todo el mundo, que no tienen trabajo o a veces, tantas veces, hacen trabajos no dignos, mal pagados, dañinos para la salud... Debemos siempre agradecer a Dios por el trabajo. Y debemos empeñarnos, cada uno con la propia responsabilidad, en hacerlo de manera que el trabajo sea digno, sea respetuoso de la persona y de la familia. Que sea justo. Y aquí en el Vaticano tenemos un motivo más para hacerlo, tenemos el Evangelio, y debemos seguir las directrices de a Doctrina Social de la Iglesia. Aquí en el Vaticano yo no quiero trabajos que no estén en esta línea: Ningún trabajo "en negro", ningún subterfugio.

Entonces, agradecemos todos al Señor. Pero, de mi parte, hoy quiero agradecerles por su trabajo. Agradezco a cada uno de ustedes, a cada uno, por el empeño que pone cada día en hacer su trabajo y buscar hacerlo bien, aún cuando no se está muy bien, o hay preocupaciones en la familia... Una cosa hermosa del Vaticano es que, siendo una realidad muy pequeña, puede sentirse como un todo, con las diferentes casas que forman el todo y cada una es importante. Los distintos sectores de trabajo están cerca y relacionados, nos conocemos un poco todos y se siente la satisfacción de ver un cierto orden, que las cosas funcionan, con todos los límites, naturalmente, se puede mejorar y se debe, pero hace bien sentir que todos los sectores hacen su parte y el conjunto funciona bien para beneficio de todos. Aquí, esto es muy fácil, porque somos una realidad pequeña, pero eso no quita nada del compromiso y el mérito personales y por ello siento el deseo de agradecerles.

Este año que hemos vivido ha sido un año especial: fue el Año Santo de la Misericordia. Hicimos también nosotros, juntos, nuestro Jubileo, ¿se acuerdan? La primera parte aquí, en esta Aula, y después caminamos juntos en peregrinación a la Puerta Santa. El Señor, este año, ha hecho desbordar sobre nosotros su misericordia. Y toda esta gracia ¿terminó con el fin del Jubileo? ¡No! Esta gracia esta dentro de nosotros, porque nosotros la hacemos fructificar en la vida de cada día, ya sea en familia, en el trabajo, por todos lados. La Navidad nos lo recuerda: "Ha aparecido la gracia de Dios, que trae salvación a todos los hombres y nos enseña [...] a vivir en este mundo con sobriedad, justicia y piedad" (Tit 2, 11-12), dice el apóstol san Pablo. La "gracia de Dios" se ha "aparecido" en Jesús, Él es el Amor, el Amor de Dios encarnado, por obra del Espíritu Santo. Y este mismo Espíritu todos lo hemos recibido, en el Bautismo y en la Confirmación; pero debemos invocarlo cada día, despertar la acción del Espíritu en nosotros, para "vivir en este mundo" – también en este pequeño mundo del Vaticano – "con sobriedad, justicia y piedad".

Queridos hermanos y hermanas, mientras les agradezco, les pido llevar un saludo especial de mi parte a los niños y a los ancianos de sus familias. Son muy importantes, unos y otros. Y un saludo acompañado de la oración, a los enfermos.

Para todos tengo este deseo: que sus corazones estén llenos de misericordia, llenos de la gracia del Jubileo que Jesús viene a reavivar en nosotros.

El Señor los bendiga y la Virgen los proteja y, delante del pesebre, recuerden orar por mi. Gracias.

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