ÁNGELUS EN LÍBANO DEL 16/09/2012

Como mensajero de Paz Benedicto XVI celebró este XXIV Domingo del Tiempo Ordinario su tercera jornada de visita al Líbano. También en su alocución previa al rezo mariano del Angelus Domini el auspicio de paz para Siria y los Países que le son vecinos estuvo en el centro de su mensaje. Una vez más Su Santidad elevó un enérgico llamado dirigido no solo a la Comunidad Internacional sino a los Países árabes para que puedan ser planteadas las soluciones que conduzcan al respeto de la dignidad de toda persona humana.

Aquí les compartimos el texto completo de su alocución:

Queridos hermanos y hermanas, dirijámonos ahora a María, Nuestra Señora del Líbano, en torno a la cual se encuentran los cristianos y los musulmanes. Pidámosle que interceda ante su divino Hijo por vosotros y, en particular, implorando el don de la paz para los habitantes de Siria y los países vecinos. Conocéis bien la tragedia de los conflictos y de la violencia, que genera tantos sufrimientos. Desgraciadamente, el ruido de las armas continúa escuchándose, así como el grito de las viudas y de los huérfanos. La violencia y el odio invaden sus vidas, y las mujeres y los niños son las primeras víctimas. ¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad (cf. 1 Jn 2, 10-11; 1 Pe 3, 8-12). Que Dios conceda a vuestro país, a Siria y a Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia. Que los hombres entiendan que todos son hermanos. María, que es nuestra Madre, comprende nuestras preocupaciones y necesidades. Con los patriarcas y los obispos aquí presentes, encomiendo a Oriente Medio bajo su materna protección (cf. Proposición 44). Que con la ayuda de Dios nos convirtamos, trabajando con ardor por instaurar la paz necesaria para una vida armoniosa entre hermanos, no importa su proveniencia o convicciones religiosas.

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